Noche de la presentación del libro El bronce vale y otras crónicas
 
Miami, junio 3 de 2011

Palabras de Luis de la Paz

EL BRONCE VALE... O TODO VALE

Se ha escrito bastante sobre la llamada literatura sucia cubana, cuyos exponentes más conocidos son, en la isla, Pedro Juan Gutiérrez y en el exilio Zoé Valdés. Se trata de un modo expresivo desenfadado, crudo en las descripciones, con tendencias a lo escatológico y situaciones donde el sexo es significativamente el eje de la historia. Esta literatura, cuyos antecedentes más remotos se encuentran en los Cuentos del Decamerón, en Los diálogos de Pedro Aretino y en El satiricón, y más contemporáneos en el movimiento Beat, con Allan Ginsberg y Charles Bukowski, ha encontrado bajo el castrismo sus propias características, siendo la prostitución, denominada popularmente como jineterismo y la sordidez alrededor de ella, el marco principal de la literatura sucia cubana.

En los últimos tiempos, en particular después de los años noventa del pasado siglo, y del llamado "período especial", ha surgido una variante, o más bien un desprendimiento de este tipo de expresión literaria, que podríamos llamar literatura de supervivencia, cuyo primer indicador es un marcado distanciamiento de lo escatológico, inclinándose más hacia una atmósfera agónica, donde la corrupción y la falta de valores morales, para no decir a secas, la amoralidad, es lo que rige los textos, reflejo, desde luego, del modus vivendi que prevalece en la isla. En este grupo de literatura del supervivencia, citaré a tres escritores que en la actualidad residen en Miami: Gumersindo Pacheco con su novela Mañana es Navidad, Pedro Merino con sus relatos Pan con tomates verdes y otros cuentos, y el volumen que hoy nos convoca El bronce vale y otras crónicas de Eduardo Mesa.

Novela, cuentos y crónicas que se nutren de circunstancias muy particulares y en cierta medida comunes. En la pieza de Pacheco, una familia alimenta un cerdo en la bañadera de la casa. En ella, prima el diálogo crudo y el desamparo. El narrador describe el ambiente: "En contra de su voluntad estaba criando un puerco en el baño de su apartamento, cuya peste se cogía todas las habitaciones. Le parecía encontrar la peste a puerco en todas partes, y solía olerse las manos y los brazos. El pueblo entero estaba lleno de puercos y olía a cochiquera, a sancocho, a comida fermentada y a desperdicios...".

Por su parte en los cuentos de Merino, lo que marca la asfixiante atmósfera es la marginalidad, la jerga mundana y la picaresca, pero situada alrededor de un marco de miedo e inquietante inseguridad, donde las galimatías callejeras precisan las situaciones y siembran la incertidumbre.
Eduardo Mesa, en El bronce vale, no nos entrega una novela, ni tampoco irrumpe en el cuento, Mesa nos ofrece crónicas, con las que nos adentra también en la deshumanización a la que el castrismo ha llevado al cubano. Mesa también nos narra la sórdida realidad, la marginalidad y la lucha por la subsistencia.

La primera crónica que nos brinda Mesa, es la que le da título al libro. Un grupo de personas se dedica a la venta de chatarra, especialmente piezas de bronce hasta que caen en una redada policíaca: "Me quedé pasmao, el Bolo se atrevió por fin a facharse una estatua, una inmensa estatua del Che" [...] se metieron en una fundición, vieron las patas del Che que las tenían tiradas por ahí, el Bolo embulló a los otros con aquello de que el bronce vale, y se llevaron también la canana, la pistola y las balas de bronce". Este relato inicial marca de alguna manera la tónica del libro. Es un texto escrito muy a lo cubano tanto en la anécdota, como en el lenguaje.
Mesa recurre a la ironía sutil, a veces amarga, desdoblando personajes y hechos que en ocasiones parecen brotar del absurdo. Cada una de las 30 crónicas, estremecen al lector por alguna razón en particular. Ya sea un temido policía que de repente se convierte en un exiliado y habla por Radio Martí; un bizco (que por cierto no soy yo), al que le hacen un registro en la casa, o un tipo sin escrúpulos como Arsenio el chivatón.

El triste mecanismo de la doble moral en la Cuba de hoy, mete en un mismo saco a aquellos que se buscan la vida de la manera más inimaginables, hasta los represores del sistema, que también encuentran en la ilegalidad y el abuso, una manera de sobrevivir.

Eduardo Mesa con inteligencia describe en dos relatos distintos, a personajes diametralmente apuestos. Rememora con admiración la figura del desaparecido escritor Juan Francisco Pulido, que siendo un adolescente se enfrentó al régimen directamente al negarse a votar en unas elecciones que calificó de falsa; y la de otro ser, un marginal que sin miramientos llega a Miami, cuya meta es trabajar y abrirse paso lo más rápido posible para regresar de visita a la isla.

El bronce vale es un libro cuya solidez está en su conjunto, no en crónicas particulares. Al finalizar la lectura, hallaremos un eficaz retrato de la Cuba de hoy, pero entraremos también en contacto con la triste desintegración moral de una sociedad, que costará años, mucha voluntad y esfuerzo reconstruir. Un libro que recomiendo y que todos deberíamos leer.

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