'EL BRONCE VALE Y OTRAS CRÓNICAS'
Por Luis de la Paz, La Revista del Diario
Jueves, junio 2 de 2011

La literatura siempre va asimilando las realidades de una época. En el caso particular de la cubana, lo que con más frecuencia se está reflejando ahora es el llamado Período Especial, quizás una de las etapas más desesperanzadoras bajo el castrismo, cuyo sello distintivo es la feroz lucha por la supervivencia, en medio de un caos colectivo donde todo es aceptado, sin importar valores morales, ideas o principios. Algunos autores en la isla han abordado esa realidad, y otros, ya en el exilio, también están abordándola, como Eduardo Mesa en El bronce vale y otras crónicas (Editorial Silueta, 2011).

Por tratarse de crónicas, la ficción no tiene mucho espacio en estos relatos, por lo cual los textos resultan aún más sobrecogedores, pues son retratos hablados de eventos y situaciones de los que el autor fue su protagonista o testigo. Los personajes que habitan en estas historias son personas comunes, por ello el lenguaje es simple, directo, sin andamiajes, y quizás esa simplicidad expresiva haga aún más patente y turbador lo que se cuenta.

Mesa no limita sus crónicas a Cuba, sino que retoma a algunos personajes ya en el exilio. Creo que esto es un aporte significativo en este libro, pues esas personas, que en ciertos momentos se comportaron de manera desordenada, más bien perturbadas por el día a día que tenían que afrontar, al salir del entorno asfixiante de la isla, se sosiegan y retoman una vida normal.

El relato que le da título al libro tiene una atmósfera de humor negro. Un grupo de personas se dedica a la venta de chatarra, especialmente piezas de bronce, hasta que hay una redada policial: "Me quedé pasmao, el Bolo se atrevió por fin a facharse una estatua, una inmensa estatua del Che" [...] se metieron en una fundición a recoger desechos, vieron las patas del Che que las tenían tiradas por ahí, el Bolo embulló a los otros con aquello de que el bronce vale, y se llevaron también la canana, la pistola y las balas de bronce".

Con una oportuna economía de palabras y sin recurrir a extensas descripciones, Mesa, va contando con inteligencia y control, las distintas anécdotas que entrega. El dominio narrativo que ejerce el autor, trasciende el documento testimonial que es, para convertirlo en una pieza con notables valores literarios. "Arsenio el trompeta colgó el uniforme del MININT y se fue en una balsa [...] vino para Miami y aquí está [...] Arsenio debe de andar por ahí haciendo de las suyas porque el que chivatea tantos años no abandona el oficio".

En otra crónica rememora a la abuela y las peripecias por "cocinar cada día, mantener la casa y la ropa limpias, hacer habitable el hogar en medio de una pobreza extenuante que hoy raya en la miseria". Traza el perfil de Jochimón, que al llegar a Miami lo que busca es trabajar para lograr lo que no pudo en toda su vida en Cuba.

El bronce vale, no sólo describe la triste realidad en la isla; va más allá, al mostrar el otro lado de la moneda, donde la vida adquiere un sentido cuando hay esperanza, cuando cada cual puede hacer con libertad, lo que desee.

 
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