Noche de la presentación del libro El instante
 
Miami, agosto 18 de 2011

Palabras de Luis de la Paz

Puede pensarse que asomarme a la obra de alguien tan cercano a mí como José Abreu Felippe es algo fácil. Pero en realidad es todo lo contrario. Es una complicada tarea, pues a muchos de los personajes les encuentro un rostro definido, una gestualidad precisa, una manera de decir que no siempre responde, exactamente, a la descripción que un eventual lector podría construir con su imaginación; incluso a la aguda suspicacia de un investigador minucioso y atento, que de repente hallara las claves de este libro.

Para mí, acercarme a El instante, esta novela fundamental en el conjunto de la pentalogía El olvido y la calma, es como encontrarme conmigo mismo. Mucho de los sitios que dibuja José, los eventos que narra, la descripción que hace de una casa, un cine, un camino, unas tertulias, hasta la de un rincón furtivo, tienen para mí vida propia, no literaria. Por eso es tan difícil distanciarme. Pero estoy aquí sentado ante ustedes, no para justificarme, sino para intentar hacer una presentación decorosa de El instante, pero consciente de que la vida de Abreu Felippe, es también una parte de la mía. Adentrarme en los laberintos de El instante, es encontrarme a mí mismo en esas páginas exquisitamente escritas, llenas de poesía, sensaciones y vivencias.

El instante es la cuarta novela en orden cronológico de la pentalogía, pero la última que se publica. Cubre un período difícil y sombrío en la vida de Octavio González Paula, especie de alter ego del autor, que abarca los años setenta, específicamente el período que comprende entre 1971, en que recién salido del servicio militar obligatorio conoce a Hugo, y 1980, cuando ese amor se va por el Mariel. En medio, las vicisitudes, los sueños, la esperanza, la angustia y la asfixia de vivir bajo uno de los períodos más negros en la historia de los cubanos bajo el castrismo.

La novela está concebida como una pieza única, que abre y cierra en sí misma, pero con referencias a las tres novelas anteriores, Barrio Azul, Sabanalamar y Siempre la lluvia, y a la posterior, Dile adiós a la Virgen. De la misma manera que en El instante hay alusiones a los otros libros. Pienso que en la literatura cubana no existe otro escritor que se haya trazado un proyecto tan abarcador como la pentalogía El olvido y la calma, y lo haya pensado de una manera tan meticulosa, atando cada detalle con extremo cuidado, algo que sólo un perfeccionista como José podría hacer. Hay autores cubanos que han repetido un personaje, Padura es uno de ellos, Pedro Juan Gutiérrez también. Otros narradores han desdoblado sus personajes en otras piezas con distintos nombres, como Reinaldo Arenas, en su pentagonía; pero que yo sepa, no ha habido un proyecto como el de Abreu Felippe, el de tomar la vida de un individuo, Octavio (Tavi) desde la infancia hasta su muerte, siguiendo primero sus pasos por distintos barrios de La Habana, trazando el mundo de la niñez, en una novela linda, tierna y dolorosa, como Barrio Azul. Tomar ese mismo personaje, ya adolescente, trasladarlo a Pinar del Río, durante la Campaña de Alfabetización y situarlo en Sabanalamar, donde Octavio entra en contacto con la naturaleza es su estado más brutal, pero también deslumbrante, descubriendo, entre otras cosas, el trabajo duro y el sexo. Siempre la lluvia, la siguiente novela de esta saga, está ambientada entre 1965 y 1968, cubriendo la etapa del Servicio Militar Obligatorio, con el pesado arrastre que envuelve el ejército. Luego El instante, situada en La Habana de los setenta, y para cerrar, Dile adiós a la Virgen, que trascurre entre La Habana, Madrid y Miami, donde el personaje muere. Este propósito tan abarcador creo que es único en la literatura cubana.

En El instante, Octavio, un hombre solitario, escritor, bisexual, muy de familia, descubre el amor, en un momento en el que intenta ordenar su vida después de tres años de esclavitud militar. En esas circunstancias conoce a Hugo, con el que comienza una relación primero inestable e insegura, luego compartiendo intereses comunes, hasta que poco a poco se consolida. Pero esta relación personal, intensa, es apenas el punto de arranque de la novela, es el comienzo, que va abriendo un mundo de posibilidades entre los personajes, en medio de la permanente crisis política y social en Cuba. Los protagonistas viven momentos espléndidos, soñando con viajes, con largarse de ese país asfixiante y con nuevos espacios.

El libro está estructurado en cuatro partes. El comienzo, que mencioné en el párrafo anterior, para dar paso a Los viajes. Viajes que en esa Cuba de los setenta hay que entrecomillarlos, pues eran todo un desafío, aún así, visitan Sabanalamar, Soroa, Matanzas -para ver las cuevas de Bellamar-, y la Isla de Pinos. Esta parte de la novela termina con un relato alucinante, Mi viaje a Isla de Pinos. donde aparecen personajes que el autor trabaja en otros libros. En la tercera parte, El Parque, se describen las tertulias del Parque Lenin, los encuentros con los amigos para leer y las aventuras que allí tuvieron lugar, amén de las colas para comerse un queso crema con galletas, o momentos tensos. Es esta la parte más intelectual de la novela. Por ella desfilan figuras del mundillo cultural de la época -algunos con el nombre alterado- y se describe el ambiente que los rodeaba. Esta parte termina con una lectura en el Parque en un entorno mágico y delirante, donde convergen los contertulios clandestinos con sus personajes. Hay parodias realmente memorables, que dejo al lector descubrir. Luego, sigue La tarde, que conduce al fin, a la separación y la ruptura, que culmina con el éxodo del Mariel, cuando parte de la familia de Octavio y el propio Hugo, se van de la isla. El instante es una novela intensa, una historia de amor, que como expresara el propio autor, "no tiene un final feliz".

Con la edición de El instante, José Abreu Felippe concluye la publicación de su gran proyecto de vida, El olvido y la calma. En conjunto, los cinco libros, dejan un amargo sabor, un inquietante pesar, pues la existencia de Octavio, un niño que miraba como un adolescente; un joven que reflexionaba como un adulto; un hombre que sufría como un hombre maduro, en fin, un ser solitario que creyó hallar en la muerte el equilibrio y el sosiego, es en gran medida el retrato de un destino común, cada cual con sus variantes. Una vida que se va, como en la novela, "en el humo que asciende y se hace denso".

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