ESAS DIVINAS COSAS
Por Luis de la Paz, La Revista del Diario
Jueves, marzo 10 de 2011

La palabra "divinas" en el título del libro Esas divinas cosas: tribulaciones y alegrías de un traductor (Editorial Silueta, 2011) del escritor cubano Juan Cueto-Roig, lleva implícita un secreto deseo relacionado con el placer, de la misma manera que "tribulaciones", en el subtítulo marca cierto sobresalto, tampoco exento de algún deleite placentero. Eso, pienso, se desprende de los textos introductorios que el autor precisa para explicar, y hacer entender su labor como traductor... tarea en la que ya ha incursionado anteriormente, primero con En época de lilas: 44 poemas de E. E. Cummings (2004) y luego Veintiún poemas de Constantino P. Cavafis (2010).
El autor parte de una premisa irrefutable: "Si no fuera por la osadía de los "traidores" [por aquello de traduttore, traditore], las personas que dominan sólo un idioma se verían privadas de disfrutar el inmenso caudal de la obra poética escrita en otras lenguas", para luego, al referirse a la traducción que realizó de los poemas de Cummings, agregar que: "resultó una labor gratificante en extremo", añadiendo de inmediato: "traducir poesía es un reto embriagador". Dos situaciones que conducen a una complacencia gozosa.

En sus incursiones anteriores, Cueto-Roig se había concentrado en un sólo autor, mientras que su nueva entrega, también bilingüe como las anteriores, es mucho más abarcadora. Abre con poesía indoamericana, una leyenda india sobre el Sol y la Luna. Luego traduce poesía inglesa e irlandesa, entre ellos a Shakespeare de Sueño de una noche de verano: "Los amantes y los locos tienen una mente tan febril" (Lovers and madmen have such seething brains) y a William Blake. Luego, el grueso de las traducciones, se centra en poetas norteamericanos, clásicos y contemporáneos, como Emily Dickinson, E. E. Cummings, Carl Sandburg y Ezra Pound, entre otros, para cerrar con "la mejor canción del siglo XX", Extraña fruta de Abel Meeropol (1903-1986), sobre la discriminación racial. "Los árboles sureños dan una fruta extraña,/ Sangre en las hojas y sangre en la raíz,/ Cuerpos negros meciéndose en la brisa del sur,/ Extraña fruta que cuelga de los álamos".

Las traducciones de Juan Cueto-Roig están moldeadas a partir de una sutil delicadeza, una refinada dulzura en el lenguaje, y una especial sensibilidad, dada por su propia condición de poeta. El escritor José Abreu Felippe expresa que el resultado de este libro: "es la exaltación de la palabra, una aventura dolorosa en busca de esa cuerda en la que vibra el cuerpo del poema", concluyendo que se trata de "buena poesía traducida con precisión y elegancia".
Muchos de los poemas de Esas divinas palabras, tienen carga erótica, pasión y amores. Cueto-Roig ha sabido conjugar con maestría y precisión de relojería, el tempo de los poemas en los que trabajó, logrando extraer con rigor, la energía del alma de los poemas.
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