Noche de la presentación del libro Es triste ser gato y ser tuerto
 
Miami, abril 29 de 2011

Palabras de José Abrue Felippe

ES TRISTE SER GATO...

En la sección E del bloque 218 F, espacio 18, se encuentra la pequeña tarja, apenas sobresaliendo entre la hierba, como si quisiera pasar inadvertida. Allí se lee su nombre y debajo, entre dos fechas, el espacio que abarcó su existencia. Su vida breve, apenas 22 años. Cada vez que visito ese lugar -cerca está enterrado mi padre- cuando me inclino para dejar una rosa, casi siempre blanca, sobre la imitación de bronce, no puedo evitar que la aplastante certeza del paso del tiempo -cómo suman los años-, el agobio y la tristeza se mezclen con cierta rabia malamente contendida. Sólo necesitabas, le digo, me digo, unos pocos años más, tal vez tres o cuatro, para superar esa etapa, para dejar atrás al niño que nunca creció y endurecer el caparazón, hacerlo invulnerable. No lo sé. Pero salgo siempre de allí confundido y la rabia me dura más de lo que hubiese deseado. Porque he conocido a muchos escritores. Algunos de ellos con un gran ingenio fueron mis amigos, pero nunca conocí a nadie con un talento natural tan impresionante, tan provocador, tan deslumbrante, como el que vislumbré en Juan Francisco Pulido.

Desgraciadamente no tuve la oportunidad de tratarlo personalmente mucho, quizás fueron cuatro o cinco veces; el resto, podría resumirlo en unas cuantas llamadas telefónicas e intercambios de emails. Recuerdo la primera vez que lo vi. Yo llegaba a mi casa del trabajo y me lo encontré sentado en la escalera en compañía de varios amigos. Cuando me acercaba, se levantó a saludarme y era como si nos hubiésemos conocido de toda la vida. En otra ocasión lo recogí en el lugar donde se quedaba y nos fuimos a un restaurante a disfrutar de una buena comida italiana, que le encantaba, dicho sea de paso. Aquella primera noche, en mi casa, descorchamos unas cuantas botellas de vino, fumamos como chimeneas y hablamos de su vida y su literatura. Él llegaba con un libro que le habían premiado en Cuba, y se le notaba eufórico. Yo, por un lado, paranoico insufrible me limitaba más bien a escuchar; y por el otro, con el estigma profesional y académico que dejan décadas dedicadas a la enseñanza, a indagar conocimientos y más conocimientos; pero al poco rato aquellas barreras se derrumbaron, y charlamos todos como viejos amigos.

Pulido, a pesar de su juventud, se las había ingeniado para leer mucho y bueno. Le fascinaba el inglés y amaba la literatura y la música norteamericanas. Conocía la literatura francesa, los grandes malditos sobre todo, y a Rimbaud lo citaba de memoria. Lo atraía la marginalidad literaria y existencial de aquellos seres que vivieron al borde del abismo o sucumbieron en él. Locos, borrachos y suicidas. Su obsesión con el tema de la muerte y la autodestrucción se refleja en su obra. Había leído, desde luego a Camus y se regodeaba citando las primeras líneas de El mito de Sísifo: "No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio".

En Pulido lo marginal, la búsqueda de la realización espiritual, la cultura en todas sus manifestaciones, el respeto absoluto por la individualidad, y la música como rebeldía -adoraba a Pink Floyd-, se mezclaban formando una amalgama esférica donde era muy difícil encontrar un centro, donde el equilibrio, si lo había, oscilaba entre los polos sin definirse. Sin embargo, sobre todas las cosas Pulido era un muchacho y un muchacho bueno, "en el buen sentido de la palabra bueno", como nos dejó escrito el poeta.

El libro por el cual nos hemos reunido hoy aquí, Es triste ser gato y ser tuerto publicado por Silueta, representa, un gran esfuerzo por parte de su familia para salvaguardar lo que se ha podido rescatar de la obra de Pulido. Todos los que supimos quererlo y apreciamos su enorme talento nos sentimos muy satisfechos, pues en él se recoge, íntegro, el único libro que llegó a publicar en vida, los cinco cuentos de Mario In The Heaven´s Gate y otros cuentos suicidas, que ganó en 1999 el Premio Vitral de Narrativa convocado por Ediciones Vitral del obispado de Pinar del Río; más otros ocho, algunos escritos aquí, en el exilio. El libro se completa con varios artículos, un buen puñado de poemas, entre ellos el extraordinario Páginas para un breviario; varios trabajos firmados bajo Momo, que así se llamaba la sección que atendía en la revista Renacer, en su natal Cienfuegos, historias y cuentos con enseñanzas para niños con problemas; y un estremecedor epistolario, que incluye sus últimos textos. Es triste ser gato y ser tuerto es un paso más en la divulgación de la obra de este escritor y base para que estudiosos y académicos la reconozcan y valoren.

Prosa fresca, tempranamente madura, llena de aciertos y amarguras, irreverente como suele ser la buena literatura, de dolorosa ironía y poesía del caos y el desastre. Cuentos suicidas para un tiempo y lugar donde la juventud se pudre entre la desidia y el hastío. Historias donde las preguntas superan a las respuestas. Donde la duda se retuerce como la soga del ahorcado.
Juan Francisco Pulido, uno de esos seres auténticamente raros y excepcionales, un muchacho rebelde, con un talento fuera de serie y una fe a prueba de ultrajes, que sabía, y lo dijo, que la libertad tiene un precio y que hay que pagarlo, arribó al exilio con su brújula rota, flotando entre el cielo y la tierra. Se lo vi en los ojos aquella primera vez en mi casa, cuando llegó de noche con un ejemplar de su libro en la mano. Se lo noté en la voz, cuando respondía "por supuesto, por supuesto" a algunas de mis absurdas preguntas. Y en el desamparado desafío con que movía la cabeza y levantaba la frente. "Estoy aquí, estoy vivo, lo voy a conseguir", parecía gritar.

Lamentablemente no ocurrió así, su brújula no se podía componer. Fue otra llama al viento. Fue una ráfaga, pasó muy rápido. Nos dejó, un puñado de cuentos, fragmentos de novelas, poemas y cartas, donde plasmó sus sueños y obsesiones, un cuerpo existencial y literario que prueba, demuestra, que todo esto que he intentando torpemente expresar aquí, él lo tenía muy claro.
Quiero, para terminar, reiterar mi agradecimiento a todos los que hicieron posible la publicación de este libro que recoge el legado de Juan Francisco Pulido, especialmente a su familia aquí presente.

Y a todos ustedes, por acompañarnos esta noche lluviosa, muchas gracias.

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