'JUAN FRANCISCO PULIDO Y SU LETRA ENCENDIDA'
Por Joaquín Badajoz, El Nuevo Herald
Domingo, 24 de julio de 2011

Husmeo entre las páginas de Es triste ser gato y ser tuerto, la antología personal de Juan Francisco Pulido (Cienfuegos, Cuba, 1978-Minnesota, EE.UU., 2001), publicada por Editorial Silueta, con agradecimiento -es un libro necesario-; pero no puedo evitar una mezcla de tristeza y morbo. Tristeza y morbo que se explican porque lo conocí: puedo imaginar rostros, leer entre líneas, reconstruir los detalles de una de las vidas más fugaces y alucinadas de la literatura cubana de las últimas décadas. Tristeza, porque el enfant terrible que escribía poseído, como un amanuense del demonio, era rebelde sin ser pedante, iconoclasta sin humillar, torturado pero no torturante y capaz de una bondad sin límites. Morbo, porque esta antología personal -y aquí el adjetivo es bien preciso- recoge no solo cuentos publicados e inéditos, poesía y artículos, parte de su epistolario electrónico -que no por el carácter informal es menos curioso- y la transcripción de uno de sus mensajes de despedida grabado en el buzón telefónico de una amiga. Es un libro tan volátil e íntimo que abre con una ilustración del propio autor y a veces sentimos que casi viola su privacidad y la de sus seres amados. De todos modos, escrúpulos de amigo a un lado, creo que reúne un material insoslayable para entrar al universo abigarrado y poco conocido del talentoso escritor adolescente.

Como un pájaro que atraviesa una hoguera: la obra de Pulido parece sacudida por esos estertores iluminados. Es lo que puede llamarse una letra encendida, catártica y enjundiosa. Literatura por posesión, que no le resta valor a sus lecturas y su oficio precoz, pero de otra manera no puede explicarse que un escritor adolescente -tenía 21 años al suicidarse- pudiera construir paisajes tan desgarradores, viajar tan profundo al centro del infierno y variar de manera notable -y casi genial- sobre una misma obsesión: el suicidio y la relación del hombre con Dios. Debe leerse sin lupa porque quema la vista. Leerla con la reverencia de un libro extraño. Y no porque no tenga defectos, que algunos tendrá para un lector exigente, sino porque tiene la virtud de convertirlos en estilo y lanzarnos a la cara verdades como templos con la desfachatez de un niño que ha visto demasiado.

Es triste ser gato y ser tuerto reúne los cinco cuentos incluidos en su libro Mario in the Heaven's Gate y otros cuentos suicidas, que recibiera el premio de narrativa de la revista Vitral en 1999, otorgado por el ensayista e investigador Jorge Domingo y los narradores Raúl Aguiar y Juan Ramón de la Portilla; así como otros que formaban originalmente parte del volumen. Mario in the Heaven, inexplicablemente inédito hasta ahora, a pesar de ser preámbulo a otro texto publicado Mario in the Heaven's Gate, y que es de hecho un excelente cuento experimental, o Marian y Juan II, son versiones que profundizan o exploran los puntos de vista narrativos, demostrando la original técnica diegética del autor. De los seis cuentos restantes sólo habían sido publicados Días de huelga, premio del Instituto de Cultura Peruana de Miami en el año 2000, y El aire en las orejas, que le dio título a la antología de narradores cienfuegueros preparada por Atilio Caballero y publicada por el sello Reina del Mar Editores, Cuba, en el 2004. Trece textos que bastan para colocar a Pulido dentro de los autores más interesantes de la postnovísima narrativa cubana.

Hay varios rasgos que saltarán a la vista del lector: son cuentos subversivos, en los que el ambiente político asfixia a los personajes y el absurdo entramado social en el que están atrapados justifica las contradicciones, la angustia y la propensión al suicidio. Son cuentos, como el mismo dice en la dedicatoria de su opera prima, dedicados "a los que, por su intolerancia, hicieron que me tomara la literatura en serio". Por eso, su realismo sucio tiene un matiz existencialista, una voluntad de filosofar sobre la trascendencia humana, de desmontar todos los esquemas, ya sean políticos, religiosos o pedagógicos. Una obra contra todo lo políticamente correcto, que a pesar de usar un lenguaje coloquial tiene excelentes descripciones poéticas y puede ser "sucia" sin ser soez -algo raro, rarísimo, en la literatura.

Otra de las grandes constantes de su narrativa, y uno de los pocos abordajes al tema dentro de la narrativa contemporánea, es la crisis de fe de un católico militante -Pulido lo era, a pesar de vivir en el paraíso ateo asediado por cientos de demonios o quizás por eso mismo. Uno de los pasajes que mejor lo resume, a mi juicio: "Si no fueras Dios te invitaría a fajarnos y ganaría, lo juro por ti mismo. Demasiada pasión en mis células para no ganarte, para no darte una pila de piñazos, patadas y mordidas y dejarte tirado en la basura, lejos de tu cuarto acondicionado alérgico a todo. Y lo que más me jode es que no tengo en quién más creer ni en quién más esperar. Gregorio aconsejó hacer un pacto con el diablo. Pero dice José Antonio Pino Varens, el archiconocido escritor del barrio, que el diablo es Dios con una crisis de fe y le creo". (Mario in the Heaven).

Esta tragedia existencial puede rastrearse desde sus cuentos cortos firmados con el seudónimo de Momo, el dios olímpico de la sátira, para la revista católica Renacer, que ocupan una sección de este libro. Esa suerte de catecismo sarcástico fue quizás el laboratorio en el que ensayaría sus "herejías" narrativas. Baste decir que, al igual que el resto de su obra, no parecen escritos por un joven de 19 años.

Es triste ser gato y ser tuerto incluye además 23 poemas, algunos, confiesan los editores, rescatados de una libreta escolar, servilletas, cartones o la puerta de su escaparate. El carácter circunstancial no les resta, sin embargo, valor. Son textos fieles a su estética y algunos verdaderamente antológicos, como El último día del bombardeo aéreo; Algún lunático deliciosamente vago; Páginas para un breviario; y el número XIII, fechado el 24 de febrero del 2001, dos días antes de aparecer ahorcado en su apartamento de University of St. Thomas, Minnesota.

Para el lector curioso quedan los mensajes-epitafios que cierran el libro: un diario escamoteado a la privacidad del ordenador, escritos con esa mezcla de desenfado y angustia que irradia su obra, curiosamente más cercanos al epistolario tradicional que a esa respiración efímera del latido electrónico. En ese Wiki-leak emocional también se revelan destellos del talento de Pulido, pero sobre todo su humanidad, su torturada existencia, que no era una extensión de su obra sino la obra misma, en carne, girando aciclonada en torno a su angustia. En ellos descubrirá la otra mitad de ese ángel-demonio que no pudo encontrar "la luz al final del túnel".

 
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