Tarde de la presentación del libro Fruslerías
 
Miami, junio 11 de 2016

Palabras de Luis de la Paz

Si hay algo que define la literatura del escritor cubano Juan Cueto-Roig, es su curiosa brevedad. Sí, curiosa. Se puede ser conciso, "ex-cueto", pero en ocasiones el escritor, "para no cansar al lector", así lo ha dicho en repetidas ocasiones, nos brinda textos tan breves, que dejan al lector deseoso de más. Sin embargo la constancia en esa manera de narrar ha conseguido reafirmar un estilo creativo con sus peculiares formas, aunque… pudiera ser también el principal componente de una estrategia para conectar de una manera más visceral con el público… Cueto es sabio y astuto, a pesar de su juventud.

Diría incluso, que la menor distancia literaria entre las palabras impresas, la idea que desean transmitir y la inmediata capacidad del lector de recibir ese lenguaje compacto, pasa por una magia creativa con base, énfasis y fundamentos, en la brevedad. Es asombrosa la maestría con la que el amigo Cueto logra esa conexión vital.

En la brevedad se puede decir que palpita el éxito de este escritor nacido en Caibarién, pero que debe su lealtad municipal a Remedios. De manera que su literatura tiende a ser de pequeños sorbos, de degustación. A mí me place esa prosa fina y firme que consigue, y así lo he señalado en otras ocasiones, y ahora lo confirmo tras la lectura del libro que hoy nos ocupa, Fruslerías (Editorial Silueta, 2016).

En esta nueva entrega se presenta el Cueto-Roig en el centro de su gran escenario: breve, irónico, culto, derrochando un humor sutil, en ocasiones negro, dinámico en la proyección de los temas, y en todo momento, poseedor de una prosa encantadora, cargada de dardos, desde luego, no venenosos, sino cuajados de elegancia.

El título de Fruslerías es engañoso, pues no son textos de "poco valor", ni mucho menos de "poca sustancia". Son selectos y aristocráticos sorbos de vida. Oportunas reflexiones que pudieron brotar a orillas de la playa, mientras manejaba su flamante BMW, al momento de una grata conversación entre amigos, durante un almuerzo gourmet, o tras un largo viaje a California, donde parece encontrar el escritor algunas de las bendiciones de la vida. Del punto de partida de varios de los textos que integran su libro, Cueto explica su origen en la introducción del volumen, por lo que en estos momentos no veo necesario citar.

Ahora bien, Fruslerías es como un gran escaparate de impulsos creativos, que conducen a poemas, viñetas, comentarios, reseñas, reflexiones y notas, los que casi siempre vienen adornados con una dosis de humor. De la misma manera que en el lenguaje teatral se dice que un actor posee una vis cómica natural, Juan Cueto-Roig se manifiesta como un clown literario… Si no, mírenlo ahí sentado, inmutable, discreto, esperando el momento de llegar al micrófono, para desde este podio hacernos reír con ese humor fino que lo caracteriza.

Cuando se presenta a un escritor como Cueto, se impone hacer bromas (ya he intentado algunas), pues lo piden las circunstancias, pero no nos engañemos. Hay toda una valiosa literatura que se alza a partir de un humor agudo, de la que nuestro escritor bebe y se regodea, para crear su propio ambiente, personal y único. Pienso en el norteamericano Will Cuppy, con dos memorables libros, por demás deliciosos, Decadencia y caída de casi todo el mundo y Cómo diferenciar a tus amigos de los monos. Pienso en la exquisitez de otro escritor norteamericano: John Kennedy Toole, y su gran obra, La conjura de los necios. Sin embargo, estimo que por su agudeza y refinamiento, el humor de Cueto-Roig está más próximo al humor británico, incluso al canadiense, que es también muy sajón. No sé por qué, pero en ocasiones he leído cosas de Cueto que sin proponérmelo me remiten a un comediante maravilloso, el inglés Benny Hill.
Me encanta eso que logra el amigo Cueto a partir del recurso de lo simpático y lo irreverente, para estremecer a partir de cierta picaresca y de una brevedad estilística que evita la fragmentación de un texto. Esas son las reglas de su decir que lo obligan a la brevedad descriptiva.

En Fruslerías, el escritor usa las redes sociales para tejer comentarios a partir de varios ambientes que circulan en el internet. Juega con gracia con los horóscopos y se regodea en cuatro mujeres "legendarias", Macorina, La Cleptómana, Amapola y Fragancia, para elucubrar sobre estos personajes que inspiraron canciones hoy memorables. También me dio mucho placer leer la sección de los Contracuentos.

A veces nos enfocamos en las situaciones simpáticas, en los ingeniosos resultados que aportan estas narraciones y poemas, pero estos textos son también buena literatura, muy rica en matices y reflexiones que ayudan a ver de una manera, aparentemente simple, una realidad. Eso se aprecia en Castigo de Dios, por ejemplo. Perdona Cueto que lo resuma en vez de leerlo: un hombre alardea de lo saludable que ha sido a lo largo de su vida, pero por esa razón tuvo que cargar con la peor de las enfermedades, la longevidad. Cueto nos presenta esta viñeta de una manera jovial, pero encierra una agudeza que hace meditar después de la sonrisa. Esos son algunos de los lazos que guardan como trasfondo este maravilloso libro de Fruslerías.

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