'LOS RELATOS DE MAURICE SPARKS'
Por Luis de la Paz, Diario Las Américas
Jueves, 27 de octubre de 2011

Ya en las primeras páginas queda claramente definido quién es Maurice Sparks, un individuo (¿un personaje?) de armas tomar; que es irreverente, directo en su cotidianidad, preciso en el ataque frontal a la hembra, en fin, un tipo centrado, en el que no se ha de encontrar dispersión alguna. Sabe lo que quiere, y cómo lo quiere y por ese sendero marcha con determinación. Con esas premisas el lector penetra en Los relatos de Maurice Sparks (Editorial Silueta, 2011) del escritor Ernesto G.

Éste es el primer libro de G., que ya no sólo escribe historias breves, sino que también simplifica su apellido a un solo carácter. Además, G. crea un personaje con el que es fácil identificarse, hallarlo en nuestro entorno, un tipo de la calle. Ernesto G. fue cincelándolo primero en su blog (algo que ya, al menos en los últimos tiempos y sin salirnos del patio, ha producido algunas libros, entre ellos éste que nos ocupa y Erótica, de Armando Añel, lo que traza, de alguna manera, nuevos posibles rumbos literarios desde la cibernética), luego fuera del foro público, para perfeccionarlo. En la internet Maurice Sparks revelaba sus aventuras y lances, y esas andanzas ahora agrupadas, trascienden el frágil espacio virtual y adquieren la dimensión definitiva de un libro impreso.

Maurice "sirve la hamburguesa en el restaurante de la esquina", "se da un trago en la mañana cuando todos aún duermen". Luego el autor se vincula con su personaje: "Salgo a cazar personajes [...] Observo a las víctimas cuidadosamente". En otro relato nos hablan de una singular maga, de una escritora con la que toma un café en una librería, de un individuo sin par: "Carlos lee para encontrar erratas en los libros", de extrañas características en los colores de los bolígrafos.

Los relatos de Maurice Sparks son osados, no sólo en lo que dice, sino en cómo lo expone. No hay excesos en el lenguaje, sino más bien un desenvolvimiento a lo Bukowski, donde el desenfado marca el ritmo y el impacto del relato, pero dejando para el final, un cuidadoso espacio que invita a la reflexión. Ernesto G. escoge con precisión, inteligencia y agudeza las palabras para tejer sus historias, por lo que el lector disfruta de una lectura placentera, con situaciones inquietantes, donde todo está en orden, sin excesos, pero también sin limitaciones. Una de las características de este libro, es adentrarse en difíciles contextos y hacerlo con gran desenfado, pero también con gracia y elegancia.

Dividido en tres secciones que casi se interrelacionan, Cualquiera es un Maurice, La primera vez fue en el carro y Los efectos secundarios, el lector disfrutará de una prosa amena, oraciones cortas y contundentes, narraciones con finales sorprendentes: "María me dijo que no sabe amarme. Yo le dije que no sabía enamorarla. Ayer fuimos al cine. A ella le gustó la película pero a mí no. La semana que viene vamos a la ópera. Algo me dice que no nos va a gustar a ninguno de los dos y ahí finalmente acabará todo".

Ernesto G. demuestra dominio narrativo en estos relatos. No hay nada a la ligera, por el contrario se aprecia una cuidada coordinación. El autor nos brinda, a través de unos textos aparentemente sencillos, su visión de las relaciones humanas y la convivencia.

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