Noche de la presentación del libro Luces
 
Miami, enero 25 de 2013

Palabras de Ernesto G.

“Para mí el cuento es un género realmente más importante que la novela porque hay que concentrarse en unas cuantas páginas para decir muchas cosas, hay que sintetizar, hay que frenarse; en eso el cuentista se parece un poco al poeta, al buen poeta. El poeta tiene que ir frenando el caballo y no desbocarse; si se desboca y escribe por escribir, le salen las palabras una tras otra y, entonces, simplemente fracasa. Lo esencial es precisamente contenerse, no desbocarse, no vaciarse; el cuento tiene esa particularidad..."

Juan Rulfo

Estamos en presencia de un libro breve, de relatos cortos, intensos. Una pregunta retórica se hace necesaria: ¿Hará falta decir en mil páginas lo que se puede decir tan bien en cuarenta y ocho? El lector ha de saber que estas son historias que han sido trabajadas por años, en las que no sobra nada, historias cuidadosamente elaboradas, pulidas.

Ena es el vehículo. No se inmiscuye en estas historias. Sólo escuchamos una voz narrativa que hilvana fascinantes relatos de la experiencia humana. En Luces la autora despliega una variedad temática extraordinaria. El lector encontrará historias de aliento poético como Desencuentro, en la que una muchacha dice: “Salgo justo a la hora en que los amantes se tienen ganas, busco cualquier bebida, no importa si es mala o peor, de todas formas voy a beberla en mi cuarto, para destender mi cama, y porque una muchacha sola —dicen— no se ve bien en ninguno de los bares de mi pueblo.”

El lector hallará, además, relatos desgarradores como Dolor, en el que una niña recibe las extrañas caricias de un adulto.

También leerá historias en las que se cuenta alguna que otra desilusión, como la titulada Soledad, en la que Arturo, un joven idealista cuyos sueños de promover la cultura en un pueblo se ven tronchados por la desidia de otros, piensa: “Ahi está la verdadera muerte, alguien que ríe ante lo que florece y quiere crecer pero lo achican; es preferible romper de un puñetazo todos los espejos para no ver el rostro de la realidad.”

Encontraremos, también, relatos intensamente eróticos como Minutos, donde el sexo es fuerte, explosivo, animal. Puro sexo impuro.

El lector se topará con seres en situaciones extremas, seres en busca de libertad, seres perseguidos por los traumas y las frustraciones del pasado. Seres que intentan, sin éxito, una fuga. Seres que buscan la luz entre todas las sombras.

Se trata, sin duda alguna, de un libro que nos atrapa desde la primera página con diálogos auténticos, muy bien logrados. El lector hallará una prosa que es a la vez tierna y agresiva, algo que quien conozca la poesía de Ena (o a Ena misma) podrá reconocer fácilmente. Historias con fuerza cinematográfica porque Ena es además, no lo olvidemos, una excelente fotógrafa y conoce el poder de la imagen. La prosa fluye fácil, precisa, aunque las historias que se cuentan sean complejas, difíciles, tristes, historias de dolor humano. Ena sabe adentrarse en la psiquis de sus personajes, mostrarnos sus complejidades, pero sin obviar lo más importante: hay que contar una historia.

En fin, un libro que hay que disfrutar y celebrar.

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