'PALABRAS POR UN JOVEN SUICIDA', UN HOMENAJE PÓSTUMO
Por Manuel C. Díaz, El Nuevo Herald
Domingo, 28 de enero de 2007

Juan Francisco Pulido se suicidó hace cinco años en la ciudad de Minnesota. ¡Qué triste destino! Nunca esta manida expresión fue más apropiada. Era un joven escritor cubano que había llegado al exilio como refugiado político después de haber sufrido persecución y cárcel en la isla. Sus credenciales literarias no eran muchas: un libro ganador de un premio y un puñado de poemas inéditos. Sin embargo, un grupo de escritores cubanos exiliados le brindaron su apoyo. Y su amistad. Pudo haber sido porque el premio no había sido otorgado por el gobierno sino por una organización católica. Los premios estatales son siempre sospechosos. O tal vez fue porque era un gran poeta. Quién sabe. Lo cierto es que se sintió acogido por ellos. Uno de esos escritores, Rodolfo Martínez Sotomayor, acaba de publicar el libro, Palabras por un joven suicida, una recopilación de textos escritos -a manera de homenaje póstumo- por ese grupo de amigos. Entre los que colaboraron en este meritorio esfuerzo editorial se encuentran Carlos Victoria, Armando de Armas, Luis de la Paz, Eva M. Vergara, José Abreu Felippe, Alain González, Joaquín Gálvez, Belkis Cuza Malé y José Antonio Pino.

El suicidio, según el diccionario, es el acto de quitarse voluntariamente la vida. Una definición simple. No hay acepciones adicionales que expliquen esta conducta antinatural. Para muchas religiones el suicidio es un pecado. En algunos países es un delito. Sin embargo, hay culturas que lo glorifican. Pero, al margen de consideraciones morales y religiosas: ¿por qué se suicidan los hombres? O quizás debiéramos preguntar: ¿Por qué tantos escritores terminan suicidándose? La lista de escritores suicidas es larga: Alfonsina Storni, Horacio Quiroga, José Asunción Silva, Emilio Salgari, Stefan Zweig, Virginia Wolf, Ernest Hemingway, Malcolm Lowry, Sergei Esenin y Vladimir Maiakovsky. No hay cubanos en ella. Es curioso descubrir que son pocos los que podrían ser incluidos: Guillermo Rosales, Calvert Casey y Reinaldo Arenas. Y ahora, Juan Francisco Pulido. Debe haber otros que escapan a mi memoria. O a mi conocimiento. ¿Hay alguien que se ocupe de conservar estas estadísticas?

Palabras por un joven suicida es un libro sui generis. Nacido de la admiración y la amistad. O del amor. ¿A quién se le ocurre homenajear a un poeta desconocido? Sólo los laureados reciben homenajes póstumos. Juan Francisco Pulido no lo era; pero pudo haberlo sido. Tenía talento, carisma y motivación. Sus desgarradores poemas son prueba de ello. Pero no tuvo tiempo. Llegó con el alma rota al exilio; sin sosiego. Apenas otra víctima. Era inevitable que se suicidara. Su libro, Mario in the Heaven's Gate, premiado por Ediciones Vitral del obispado de Pinar del Río, parecía anunciar su trágico final: todos los protagonistas terminan suicidándose.

Juan Francisco Pulido murió solo. Alejado de los suyos. Hacen bien sus amigos en publicar este sentido homenaje. Carlos Victoria lo hace a través del cuento, Tres citas en el sur; Armando de Armas con su relato, Mario Marcel a las puertas del cielo; Luis de la Paz le dedica el cuento, La noche en el abismo; Eva M. Vergara le escribe, Confesa culpa; José Abreu Felippe y Rodolfo Martínez Sotomayor cierran la narrativa con Aún nuestra juventud era una cosa ajena y Eterno viajero, respectivamente. Belkis Cuza Malé y José Antonio Pino escribieron sendos artículos recordándolo. Hay también poemas de Alain González y Joaquín Gálvez.

Palabras por un joven suicida termina con una sección de fotos que recoge el paso fugaz de Juan Francisco Pulido entre nosotros. La última instantánea, en blanco y negro, es un excelente final gráfico a sus textos. En ella se ve un joven con un gorro de lana que mira absorto hacia la nada. Es evidente que fue tomada en un día sin sol. Al fondo, un difuminado paisaje invernal en el que es posible adivinar la nieve. Si en lugar de un libro se tratase de un filme, sería el fotograma adecuado para un lento fade out.

 
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