Noche de la presentación del libro en país extraño
 
Miami, agosto 7 de 2014

Palabras de Rodolfo Martínez Sotomayor

A Michael Miranda lo conocí en Agosto del 2012, en aquel entonces la Editorial Silueta publicó Asídesencillo: Cinco poetas cubanos en U. S. A., donde junto a Miranda estaban, Rolando Jorge, Alejandro Fonseca, Pablo de Cuba Soria y José Koser. Aunque adjetivar es casi un pecado de lesa humanidad en poesía, y no quiero argumentar juicios, que para eso está aquí nuestro amigo Badajoz, diré que desde aquel momento hasta la fecha me pareció que Miranda era y es un excelente poeta. Volviendo a la selección de aquel entonces, con un prólogo de José Prats Sariol, se partía de determinadas preferencias estéticas articuladas por la subjetividad, se trataba de voces que se apartaban de ciertos cánones tradicionales en poesía, y este entre otros era el principal criterio unificador.

La diversidad es un rasgo distintivo de la libertad. La creación poética no es ajena a este dogma. Tratar de interpretar, de abrir el entendimiento a una propuesta, es un hecho más complejo que juzgar, cuando lo que se ofrece es valedero.

Hoy se presenta en país extraño, Editorial Silueta, 2014, de Michael Miranda y de él, nos dirá el poeta Luis Felipe Rojas:

"Es una amplia selección de textos donde Michael abre un abanico de posibilidades entre la fuerza de las imágenes que va levantando de sus lecturas diarias, el fruto de sus mejores conversaciones y el pedigrí de ser un paria, un hombre que no mira más hacia atrás.

La escritora y fotógrafa Ena Columbié, por su parte, en un artículo del Nuevo Herald dirá que, "Es una poesía contundente, que demuestra que han quedado atrás los tiempos del romance y el sufrimiento Wertheriano; que la poesía como la fotografía, ansía la perfección de un momento único donde confluyan confusión y asombro".

Con estos acertados juicios que avalan el propio, la Editorial Silueta enriquece su colección al contar con este poeta innovador, alejado de convencionalismos estéticos, y a su vez aferrado a ese sentido vital de la poesía que subvierte o seduce. Aquello que definiera de singular manera Octavio Paz, la erotización del lenguaje.

Y ahora el escritor, poeta y miembro de la academia norteamericana de la lengua española Joaquín Badajoz.

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