|
'A PROPÓSITO DE ASÍDESENCILLO'
Por José Prats Sariol
Agosto, 2012
A
poem should not mean but be afirmaba Archibald MacLeish, quizás
recordando a Aristóteles. El tópico de la retórica
clásica un poema no quiere decir, es
aparecía en un estudio dedicado a Wallace Stevens
Y andaba en las concurridas violaciones al es cuando me
llamó Pablo de Cuba Soria para pedirme estas palabras. Cinco
poetas nacidos en Cuba, pero residentes en los Estados Unidos, habían
seleccionado una muestra de sus propios textos. Me concedían
la gracia de ahorrarme la elección de autores y poemas. Apenas
me daban el honor con ironía de hilvanar los apuntes
subsiguientes.
Bajo la premisa del es nada es estrictamente casual
eludo valoraciones de las personas, así como ángulos sociológicos
que en definitiva pertenecieron a la modernidad, al romanticismo filosófico
de corte hegeliano. La aventura mi desvío en
esta colección de poemas de habla hispana, no cubanos
explica el subtítulo, que sí es de mi autoría:
Cinco poetas cubanos en USA. Nunca por ingenua y desfasada
Poesía cubana made in USA. Supongo que cada vez menos
la folclórica idea de nacionalidad lo cubano,
lo argentino, lo castellano
prime
sobre el universo común de la lengua de Cervantes.
Sin embargo, las adherencias son inevitables: ¿No decía
Emily Dickinson que la publicación es la subasta de la
mente del hombre (Publication is the Auction / Of the
Mind of Man, 709)? Admitida la exhibición, los detalles periféricos
a los poemas hasta pueden servir de aderezo, como ocurre cuando la obra
de un autor nos apasiona y buscamos con genuina avidez sus memorias
y diarios y cartas; las biografías y estudios que enriquecen
la bibliografía indirecta y posibilitan acercamientos diferentes
a los textos, confrontaciones con otros puntos de vista y hasta labores
dignas de Hércules Poirot.
No es el caso. Me limitaré a observar algunos rasgos en esta
colección de poemas, quizás como un leve aporte a los
estudios que tal vez merecen las obras de cada uno. Agrupados en una
línea inexorable, del mayor en edad al más joven: José
Kozer, Alejandro Fonseca, Rolando Jorge, Michael H. Miranda y Pablo
de Cuba Soria. Del nacido en La Habana de 1940 al nacido en Santiago
de Cuba en 1980. Por lo que cuarenta años tensan este arco-muestra,
hacen absurda la comparación entre las dos puntas. Y presuponen,
claro está, otros poetas cubanos vivos mayores y menores, no
sólo en edad, junto al complejo panorama que la sincronía
y los destierros causan; aunque sin espíritu gregario, propio
de las usuales antologías con apellido: exiliada, gay, negra,
holguinera, submarina
El sexto cómplice comienza por elogiar el título, que
remite al poema proa de este velero. Así de sencillo
es una aguda elección inaugural. Sus helechos expresivos
lenta imaginación descuajeringan cualquier
preceptiva. Todo lo descuajeringa, dice Kozer, porque antes
señalizó la distorsión / que busca una perfección.
Bajo este signo de soltura se mueven los textos, hasta el irónico
Entre la Vaca ¡Muuu! (que quizá ya no pertenezca
a una época estupenda) y la Pantera Rosa (que de tanta rosa se
ha vuelto imperceptible), el rizoma, de Pablo de Cuba Soria.
Tal desenfado es casi un sesgo decisivo de la poética que subyace
en los autores, cuya heterogeneidad no quita que se pudieran basar,
simbólicamente, en las sinuosidades que le permiten a los helechos
sobrevivir, danzar en cualquier agua. Poema-emblema, poema-isla ontológica,
poema-primigenio, Kozer como Kafka sabe dónde situar su integridad
para no sufrir tanto, para evitar colapsos, huir de sus
Felice y evitar visitas perturbadoras. Se coloca en una exigua
habitación, pero más importante: en un país
extranjero / ni natal ni extranjero, con lo que permite al
resaltar los insilios interiores la adscripción de los
otros tripulantes. A lo que se añade antes de las líneas
finales del poema como en La isla en peso de Virgilio
Piñera y en Testamento del pez de Gastón Baquero
una intensidad expresiva que convierte las aguas en muro, frontera para
el mismo mecanismo de una opresión inexorable que
se descarna, pierde aire, busca soplo, alma entre nostalgias.
El cemento de la muestra es Así de sencillo. Su argamasa
no sólo rompe escleróticos esquemas generacionales sino
adherencias localistas y políticas. A lo que se añade
para eso es el espolón de proa, aunque Neruda los coleccionara
un olímpico desdén por los no entiendo, verificable
en las intertextualidades, alusiones y elipsis. Con José Kozer
los otros cuatro pueden repetir unas palabras clave de José Lezama
Lima, cuando un poco agraciado crítico le preguntó para
quién escribía, y el Trocador de la calle Trocadero le
contestó burla y arrogancia: En un himno atribuido
a Orfeo se dice: Sólo hablo para aquellos que están
en la obligación de escucharme. Que esa sentencia órfica
nos acompañe siempre.
Las evidencias quizás conformen un deslinde. Pero antes ilustro
el rasgo: El poema Antífrasis de Pablo de Cuba Soria
parece un homenaje estilístico a Blanco de Octavio
Paz, además de armarse detrás de una sintaxis entrecortada
y de un uso de la elipsis que exige constantes detenimientos, junto
a referencias ajedrecísticas e intertextualidades; el poema inicial
de Michael H. Miranda, sin título, exige si no un Nietzsche bien
leído, por lo menos una familiaridad con la historia de la filosofía
en el siglo XIX para su mejor intelección y disfrute; Rolando
Jorge a párrafo francés, en la crispante, expresionista
contextura de Un dedo roza dificultad, centra en Heidegger
la paradoja entre ética y talento, porque en afinidad no
se puede vivir, con lo que el poema se convierte en una metáfora
de la vida, entre el ser y la necesidad; Alejandro Fonseca, aunque menos
ramificado hacia referencias cultas, también Colgando de
la noche, con sutileza coloquialista, alude a César Vallejo,
se va a los presocráticos, remonta hasta el diluvio; Maitines
de José Kozer como ocurre con algunos cuadernos de Ezra
Pound apenas se abre a un lector no familiarizado con la Biblia.
Pero que la vivencia o leiv-motiv del que parte el
texto muchas veces sea una lectura tan válida, desde luego,
como otros tipos de experiencias, o que el poema se convierta
en un laberinto o cueva donde los ecos culturales den tumbos, para nada
significa que el vigor verbal pueda atenuarse. Son poemas para lectores
cultos, preferiblemente para ellos, sensibilidad artística incluida.
Es decir sobre todo en pleno auge de la rapidez y la trivialidad
para personas que degustan las palabras y saben morder lentamente una
alusión al Beatus Ille. No hay concesiones al oportunismo
populista.
Quizás esta característica sin los motes haraganes
de neobarroco y sus similares europeos para salir del mal
paso permita distinguir dos grandes cauces en los poemas de habla
hispana que a la manera tradicional no interactivos y concebidos
para el ciberespacio se escriben hoy. Una cercana a las líneas
no rectas del culteranismo y otra que se dibuja con un predominio
del conceptismo, como ocurriera entre cierta zona de los poemas de Góngora
frente a los de su enemigo tan genial como él Francisco
de Quevedo. El esquema, sin embargo, no pasa de lo que es: un instant
message para teléfono internáutico. Funciona como
las señales de tránsito.
Asídesencillo se inscribe más o menos
en el río culterano, aunque insisto en un deslinde por individualidades,
que sería festinado argumentar con una muestra de cada voz, porque
exige estudios particulares. Lo mismo que un antólogo que se
respete debe leer todos los textos de cada autor, antes de seleccionar
los poemas o cuentos o ensayos, de igual forma hay que proceder en agrupaciones
como la presente.
Los nuevos conceptismos y culteranismos ambos dentro de la mezcla
ecléctica siglo XXI invitan a sanas polémicas: ¿Dónde
situar el neoexpresionismo de Rolando Jorge, cercano al del chileno
Raúl Zurita y por su marco de referencias al de su coterráneo
Jorge Luis Arcos? ¿Por qué hay más signos vanguardistas
la ruptura sintáctica constante, los montajes cinematográficos
en los poemas de autores nacidos después de 1980, que unen a
Pablo de Cuba Soria con los mexicanos Karen A. Villeda y Manuel Iris?
¿No participan los poemas de José Kozer tanto en el río
conceptista como en el culterano, que lo asocia a Fernando Pessoa, tal
vez al Juan Ramón Jiménez menos conocido, el impresionista
poeta cotidiano de Flor que vuelve, Sitio perpetuo,
Criatura afortunada
, tan cercano en poética
al Yeats que recibe la angustia de las influencias de Pound;
por encima de una grafomanía que lo emparienta en cuanto a inspiración
no respiración poética con payadores
y repentistas, al personaje de Cantaclaro, la novela de Rómulo
Gallegos? ¿Cómo situar el lirismo de Alejandro Fonseca
dentro del grupo de autores cubanos que son sus coetáneos, estén
donde estén, como Reina María Rodríguez en su azotea
de Centro Habana, o aún padezcan de filotiranismo? ¿Pueden
los poemas de Michael H. Miranda sentirse herederos legítimos
de René Char, conocedores de Carlos Augusto Alfonso, cercanos
después a las voces del sesudo y cubano grupo Diáspora,
hasta su homenaje a José Juan Tablada en la búsqueda y
hallazgo de la sugerencia orientalista?
Dialogar sobre las probables respuestas es la invitación a recorrer
este velamen. Inaugurar otras preguntas sería el mejor tributo
a las voces que el azar y el exilio aquí agrupan
Porque
es obvio que en buena lid las analogías e inferencias tienden
a ramificarse. Empalman con otras dimensiones: ¿En qué
se parecen los poetas de habla hispana que no viven en su país
de nacimiento, sobre todo los que habitan dentro de otras lenguas y
culturas, como la anglosajona, la francesa o la alemana, para sólo
citar tres donde pernoctan escritores cubanos? ¿Por qué
motivos temáticos como el de Dios aunque sea desde puntos
de vista agnósticos o escépticos apenas aparecen
en la poesía actual? ¿Se ha secularizado lo divino, aquel
impulso místico y ascético que produjera el Cántico
espiritual, Dador
?
Helechos artísticos, sesgaduras ontológicas. Burla con
el Simio de mil maneras y el Complejo de identidad
¿cubano yo? de Kozer. Hay música
en la boca de los bares dice Fonseca, el refugiado, porque
a esta orilla sólo llegan botellas vacías.
Dibuja Dalí un Niño con saltamontes, y es
que a Rolando Jorge le intriga A man just like me,
las analogías de Briefe, el esperpento, el expresionismo
alemán y Foucault. por menos de tres dólares un
libro de nietzsche, escribe con minúscula Miranda. Gaguear
el mulo de Lezama desea Pablo de Cuba Soria, hasta destrocar
o destroncarse por sus versos con los acuosos ojos del mulo y un soneto
de Borges a Spinoza, en la elipsis pausa que encarna elocuente
su desafío verbal.
Quizás no sea superflua una observación acerca del panorama
que deja ver el género entre cubanos, a fines del 2011. La diferencia
esencial con los otros países de habla hispana está en
el virus político. Sus ruinas excluyentes aún dañan
Por lo demás, apenas hay diferencias: picachos y colinas resaltan
entre vastas llanuras Cf. las antologías al uso
y pantanos Cf. blogs, como casi siempre ha sucedido antes
y después de Jesucristo, incluyendo bataholas y chismes. Sobre
las críticas a Laurel la célebre antología
de poetas de habla hispana comentó Octavio Paz acerca de
las deplorables costumbres literarias que son parte de nuestra
herencia. Apenas si es necesario recordar a Góngora, Quevedo,
Lope de Vega, Alarcón y los otros, arrojándose frascos
de bilis y redomas de gargajos envenenados.
Mientras tanto, los poemas de esta aventura refuerzan la elisión,
la exclusión de concesiones a la banalidad. Eligen bien. Forman
parte de una delgada élite que ensancha el disfrute artístico
porque exige cierto talento cierto: sensibilidad y reflexión,
goce de referencias y alusiones, crítica permanente. Sus desafíos
potencian no sólo los juegos fuertes el sentido epicureísta
de lo lúdico, sino el amor a la soledad creadora que sus
lectores también experimentamos. Ellos y nosotros, gustosamente
a salvo de la exuberante morralla que se escribe y lee.
Asídesencillo corre sin ton ni son entre las incertidumbres
cotidianas y las del planeta enfermo. No quiere decir sino dice. Entra
en la subasta, pero está y es. ¿No habíamos quedado
en que agrupaba helechos?
|
|