Con Doce mensajes a Hércules Elvira de las Casas entronca, en el eficaz fresco del pueblo Hormiguero del Campo y sus habitantes, con la novela de la tierra, pero no se detiene en el fervor de lo folclórico, sino que avanza posesionada de una prosa tersa en el aderezo de unas dosis de humor y suspense que viene a situar a su obra, a los personajes de su obra, en el pleno escenario de la guerra fría que en los campos de la isla parece calentarse aceleradamente, en el conflicto entablado entre las fuerzas del emergente totalitarismo comunista y las fuerzas del irredento campesinado, que se le opone en las guerrillas que operan en la vecina cordillera del Escambray. Una novela memorable y costumbrista que, paradójicamente, anuncia el fin de la era de lo memorable y costumbrista para dar paso a una nueva era, la era de lo violento y racionalista, en medio de mensajes cifrados, agentes del G-2, de la Alemania Oriental y de la CIA y, claro, del accionar de un agente misterioso y elusivo, el agente Hércules, y, obvio, se impone la gran pregunta acerca de quién es Hércules, seguida de otra gran pregunta referida a qué es lo que tiene ese tal Hércules que a todos allá en Hormiguero del Campo trae a maltraer.

Armando de Armas

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