'BARRIO AZUL'
Por Luis de la Paz, Diario Las Américas
Jueves, 18 de septiembre de 2008

Algunos escritores han abordado el tema de la infancia en algún momento de su carrera literaria. En ocasiones han esperado hasta la madurez para regresar a esa etapa inicial, casi siempre repleta de estupor y aprendizaje, que va acompañada por lo general de gratos momentos. Un autor que cumple con ese patrón es el escritor cubano José Abreu Felippe, quien en Barrio Azul (Editorial Silueta, 2008) irrumpe en el complicado mundo de la infancia.

Barrio Azul no es una pieza aislada en la obra del escritor, sino un eslabón del megaproyecto en el que ha trabajado casi toda su vida, la pentalogía El olvido y la calma, de la que ya ha publicado cuatro de las cinco novelas. Se trata de un ciclo fundacional, ascendente, que se inicia en los años cuarenta y termina en el 2003, con la muerte de Octavio González Paula, "Tavi", personaje central de las novelas y alter ego de Abreu Felippe. Un personaje que cobra energía y complejidad a medida que el entorno social va complicándose, avanzando por caminos de muerte, desolación, pérdida de la libertad, dictaduras, separación familiar y exilio.

Barrio Azul es la primera pieza del engranaje, cuando Tavi es un niño, por lo que el mundo que lo rodea es todo deslumbramiento, hallazgos, experiencias y las sensaciones propias de la infancia. Una novela donde no hay cuestionamientos, sino la diáfana exposición de eventos y situaciones que tejen de una manera poética el perfil de una época, en este caso, el período que corre entre finales de los cuarenta y 1958, y de un niño que ve por un lado como crece su familia con el nacimiento de sus hermanos, adquiriendo vivencias, practicando juegos, emprendiendo aventuras, realizando excursiones con la escuela y revelándosele experiencias religiosas en la parroquia del vecindario. Pero en Barrio Azul está también la muerte de seres queridos, como la abuela Tata, con sus "trescientas argollas de todos los colores, que se pone en los dos brazos. Cuando yo llego los levanta un poco y las hace sonar para que me ría o para asustarme", dice el autor. Argollas "sonadoras, soñadoras", símbolo que se repite a lo largo de libro (y de los libros de la pentalogía), tal vez como indicio de la infancia, pero también de muerte y rupturas irreparables.

El libro abre en la Calzada de Jesús del Monte, mientras viaja en tranvía con su padre, y termina en medio de una noche oscura, convulsa y silenciosa, cuando su madre está dando a luz a su hermana, en medio los días finales de 1958. En el medio, un abanico de anécdotas, esas de las que se nutre la infancia: confrontación con la naturaleza, travesuras, temores y descubrimiento de sensaciones.

Los nueve capítulos del libro, van tejiendo, en ocasiones con la propia voz del niño, en otras desde el ángulo onírico y alerta de un narrador omnipresente, el mágico, único e irrepetible mundo de Tavi. En estas páginas cargadas de amor, quizás el más abierto amor alcanzable, se pule con minuciosa elegancia el territorio de la infancia.

 
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