'CINCO MIRADAS A UNA MISMA REALIDAD'
Por Héctor Santiago
New York, julio 31 de 2011

Cuando los horrores del siglo XX y la estupidez humana dejaron paso al siglo XXI, se pudo esperar que aprendiéramos algo y enmendar un poco este torcido mundo: Pronto nos dimos cuenta cuán equivocados estábamos. Con más intensidad lejos de discutirse las ideas se persiguen pretendiendo acallarlas, la violencia cede al paso al diálogo, torcemos el concepto de Dios utilizando el poder de las religiones organizadas para manipularnos, y los pueblos explotados y cansados reviven viejas utopías que la práctica histórica ha demostrado su ineficacia, detrás de ellas los caudillos escudándose con gastados discursos populistas que se repiten de uno a otro copiados al calco, o utilizando el nacionalismo fascista para nublar la inteligencia. Además de que la democracia está cansada y ya no ofrece nada dividida entre las anacrónicas divisiones de derecha e izquierda, cuando en realidad ya no hay una clara definición pues ambas se dan la mano en la componenda por lograr el poder. Esto hace notable que en medio de este neblinoso futuro los creadores siguen inconmovibles tratando de explicarnos el mundo a través del arte, pagando su cuota de censuras, manipulaciones, indiferencia, cárceles y hasta la muerte. Quizás ese empeño quijotesco es lo que los hace tan peligrosos para las estructuras del poder: cierto es que en contadas ocasiones una obra de arte ha ocasionado un inesperado y rápido cambio trascendental en la sociedad. Pero también es cierto que nos ha puesto a pensar, obligado a investigar, tomar posiciones y eso lleva en sí el lento proceso del cambio que convierte al arte en una bomba subversiva.

Esto es aun más notable si esta creación se efectúa y toma forma en el contexto de un exilio -con todas las pérdidas y desventaja que eso conlleva-, insertado en otra cultura monopolizadora y absorbente dictando mucho de los gustos y estéticas a nivel de la globalización, y aun más locamente enfrascada en la titánica labor de escribirse en una lengua extranjera, pese a la distancia nutriéndose de otras raíces, y tratando de analizar su complicada historia política en el contexto de la "revolución" cubana. La cultura del destierro que está tomando un auge incontenible en el contexto del arte del exilio cubano -Básica-mente en Miami, pero con voces extendidas desde México hasta Francia-, es junto con el arte chicano -salvando las diferencias- el canon más sorprendente de una voz extranjera insertada en la cultura norteamericana, terminando irremisiblemente por ser parte de ésta en un contexto policultural. La cual echando por tierra los estereotipos intencionados de ser "reaccionaria" "contrarrevolucionaria", etc., se va nutriendo con cada nueva oleada de los que llegan -si emigrantes o exiliados es harina de otro costal-, presentando todos los matices de una complicada realidad, abriendo paso hasta a los que impugnan al mismo exilio y ofrecen justificaciones del Sistema que los trajo como dijo Martí "A las frías playas extranjeras": pero aunque moleste en el coro está la democracia y no hay vergüenza mayor que los censurados se conviertan en censuradores. Lo más notable de estas numerosas salas de teatro, casas editoras, galerías de artes plásticas, compañías y escuelas de ballet, catedráticos, historiadores, músicos, etc., es que todo se realiza con la menor o sin ayuda estatal y la total ausencia del mecenazgo criollo que controla la economía de la ciudad. Este es un creador que limpia carros, anónimamente corrige errores ortográficos en periódicos, trabaja en oficinas, estudios de fotografías, editando comerciales, dando clases, repara casas, y otros trabajos todos dignos, pero que no tienen nada que ver con su papel de productores de bienes intelectuales-. Los que le ayudan a sobrevivir socialmente al margen de una creatividad que no le produce ninguna ganancia; lejos de eso nutriéndose precisamente de ese salario sin el apoyo de una maquinaria estatal teniéndolo en su nómina. Y empecinado continúa pagándose su obra tratando de compartir su testimonio, visión, demonios y esperanzas, en tiempos en que el arte se estrecha hasta lo imposible, aun más encarecido en tiempos de recesión y apatía, ceñido a la especie en vías de extinción de los que lo disfrutan y necesitan para encontrarle un sentido a la existencia, y el lenguaje se codifica en el twitter a LOM FGB TúLN. Teniendo junto a esto que luchar contra el bien planificado esfuerzo por ignorarlo y censurarlo, limitando su capacidad para darle voz a la realidad de otro componente de un mismo pueblo: ausente de los círculos universitarios, atacado, ignorado fuera de su contexto, al punto que un intelectual español "lo descubre" y tiene que acudir a Miami para conocerlo de primera mano, no se le encuentra en ninguna librería latinoamericana y si obtiene algún premio europeo lo envuelve el silencio. Pese a eso el artista exiliado endemoniadamente persiste creando un canon artístico que en su momento regresará a engrosar el tesoro cultural del mundo que lo alimenta.

Para un creador no hay más caudal que lo vivido, pese a que eso lo envuelva en el malabarismo de un complicado argumento y hasta se remita a la era de los faraones: lo que somos modifica como vemos y entendemos la realidad, desentrañamos a los demás y a nosotros mismos, el elegir a nuestros personajes y el tono cómo se manifiestan; por eso toda obra es clara u ocultamente biográfica. En algunos el desnudarnos ante el lector es más obvio y en otros más sutil. El escritor cubano del exilio mayoritariamente pertenece a los primeros: él-ella se desgarra sin importarle mostrarnos sus fangos existenciales o desparpajos verbales -Ejemplos primos: Reinaldo Arenas y Zoé Valdés-, acude a la deslumbrante fantasía de Daína Chaviano, o se oculta sutilmente tras sus personajes como la aguda Mireya Robles -La lista es demasiado larga-. Quizás la intensidad de la experiencia no deja lugar a medias tintas y eso hace necesario el tono intimista, directo y cruel, de quien se cuenta utilizando múltiples maneras. En algunos las obsesiones se repiten con distintos grados: con lugar eminente el entorno familiar, la política, la sexualidad y los traumas del desarraigo. Como la verdad no es absoluta y está en el ojo del que la mira de frente, compartirla, disfrutarla, aceptarla o negarla, queda del otro lado de quien disfruta su obra. Y si esa obra es monumental y arrolladora, la invitación a entenderla y fijarla en el contexto de su tiempo no es menos tremenda. Por eso luchando contra muchas de las cosas ya apuntadas, es casi inconcebible que un autor pueda lograr la vasta tarea de crear una pentalogía novelística -algo infrecuente en el devenir literario-, agrupada bajo la intención de El olvido y la calma -batalla por olvidar lo siniestro de lo vivido y la calma obtenida del que se encontró al final de todo-. Se diría que la temática del exilio es un largo mismo insistente ritornello, pero dos son las cosas que le aportan su riqueza y variantes: sus visiones y voces propias. Y esto es lo que le da su multiplicidad, y en el caso de José Abreu Felippe la originalidad de quien se desprende de todas las necesarias influencias hasta encontrarse: no sólo en esa manera tan cubana que pese a su universalidad se desprende de la literatura extra insular, sino de una manera muy inconfundible y propia, alimentada por su trilogía creativa compuesta también por el poeta y el dramaturgo, que escondidos en sus paginas enriquecen su lenguaje y le dan originalidad, demostrando que aunque no hay temas nuevos lo que los hace distintos son los ojos conque se ven y la voz conque se cuentan.

También es poco frecuente que un escritor desarticule su lógica narrativa desdeñando un proyectado esquema creativo: saltando como un grillo Abreu gesta Siempre la lluvia (1994) presentándonos a su hilo argumental: el trágico Octavio que son todos los Octavios del lado de su generación a los que les tocó perder, diríamos que ya comenzado en esta saga casi picaresca de sobrevivir a favor y en contra, de su esencia humana, en el contexto del mundo despiadado que los tiempos que le toco vivir le impone sin permitirle ninguna otra opción. Y así entre saltos de cronología va creando Sabanalamar (2002), Dile adiós a la Virgen (2003), Barrio Azul (2008) y El instante (2011). Siguiendo los encontronazos de la autopublicación -y escribiendo otras cosas- nos va mostrando esta saga, por la que debemos esperar hasta el próximo libro para respondernos múltiples interrogantes y llenar espacios, aun con Octavio ya muerto en el siguiente acontecer continuando vivo. Tal pareciera que es cierto que las Musas existen y el autor se deja conducir por ellas, y colocado en esa posición de quien se conoce nos dice: "Esto es lo que se gesta en mi cabeza y así habla mi corazón. ¡Ahí se los dejo!". Precisamente quizás esta desarticulación cronológica ha logrado algo muy difícil de encontrar en la literatura: Un autor que con distintas voces nos habla de lo mismo.

Siempre la lluvia sigue una larga y dolorosa tradición afín a todo creador perseguido en cualquier parte del mundo, y en el contexto del exilio cubano sucedido a muchos creadores: reescribir la obra incautada, perseguida, impedida de sacar en la maleta del destierro… Esto nos impide conocer la voz primigenia del creador, más espontánea y juvenil, pero al final salimos ganando con la reelaboración de la madurez, la mirada hacia atrás, la pasión calmada: todo eso que hace el oficio de la escritura. Octavio está ahí, la sociedad cubana está ahí, los embates de la política están ahí, pero el tiempo que separa las novelas les da un tono diferente encausado a lo mismo: la literatura vista desde lo inmediato vivido.

Faulkner creó Yoknapatawpha County, Sir Tomas Moore Utopía, García Márquez Macondo, Samuelt T. Coleridge Xanadu, etc. Sitios míticos anclados en la realidad de lo conocido. En la pentalogía, La Habana y otros lugares de la geografía insular sabemos que existen, nos identificamos con sus nombres, los recordamos con moderada nostalgia, nos dolemos pensando si ya no existen, a tantos años hasta dudamos que fueron así: pero el logro está en hacer de La Habana uno de sus mayores personajes. Desde Siempre la lluvia esta es una ciudad para vivirla, caminarla, escaparse de ella, hasta odiarla, donde lentamente en cada novela se va desmoronando física, moral y espiritualmente, donde sus vecinos roban los materiales para mantener sus precarias casas, la corrupción es la única manera de proveernos lo necesario, el acoso y la vigilancia asfixian a sus habitantes, y es frustrante el abismo entre los que no tienen nada y lo mucho que tiene la cúpula del poder. Aun así la voz nos la describe como un paisaje inventado donde : "El aire es como un mar sin agua" Y dependiendo de cómo se la mire: "…cuando la miro desde aquí no me parece La Habana", donde sus habitantes: "Hueles a canela", tienen "orejas de duende", sin escapar hasta los animales: "la decadencia del parque se reflejaba en la actitud pasiva de los cocodrilos, inmóviles como muertos", donde se asiste impotente al aparthaid de un restaurante: "No había otra alternativa, era el único al que dejaban entrar a los cubanos. El otro, con cortinas en las ventanas que no permitían ver el interior, y con aire acondicionado, estaba destinado al "área dólar". Donde el gran deporte nacional es fingir lo que no eres, tratar de ser lo que eres, y planificar lo que quisieras ser el día que te puedas escapar. Ese mundo duro existe: es la manera de contarlo lo que le da la grandeza de la poesía y le amilana su agonía. De pronto el autor usa su prebenda e interrumpe la narración para adentrarnos en capítulos fantasmagóricos como Los Sueños de Goya, tortuosos, absurdos, cinematográficos, que sacándonos del ambiente y el hilo argumental se adentran en su propia imaginería y la alucinación de sus personajes. Otras veces junto a la mirada literaria nos inserta copia de recortes de periódicos y documentos oficiales, creando un collage de dos realidades que se contradicen y complementan. En El instante con la ácida mirada a lo Rabelais, el más desparpajado lenguaje a lo Arenas, el bisturí del choteo criollo y el relajo vernáculo del describir de la loca cubana, con muy mala leche nos adentra en el hilarante momento del concierto de piano en la UNEAC, donde desnuda a la camarilla de la cultura oficial, el snobismo del mundillo intelectual de espalda a la dura realidad del pueblo, por donde por debajo de ese humor nos muestra que el personaje reconoce en ese instante que es un paria cultural y ahí nunca será aceptado, ni esas gentes conforman su imagen del creador.

Esta larga mirada desde la orilla insular a la otra a 90 millas finamente explota en El instante, con el kafkiano incidente de la embajada peruana que desencadenará la odisea del Mariel, pero mientras tanto en las demás novelas hay otros escapes, en ésta son básicamente la cultura y la creación. En los libros esta juventud se busca, se huye, se expresa pese a todo y el peligro de apartarse de los verbos oficiales, no acude al cine hartado de las horribles películas soviéticas para adoctrinarlo sino para el voyeurismo y como antesala para el sexo. En El instante la formación literaria de estos personajes los ayuda a encontrarle un sentido a lo que sucede y lo que no sucede, a definirse el oficio de escritores y la necesidad de huir a través de la obra de los otros, hasta a veces para comunicarse sentimientos que todavía abandonando la adolescencia no le han encontrado sus justas palabras, o sirven mejor para explicarse el abrirse al misterio de sus sexualidades.

Y aquí está el otro escape de la realidad y la ficción literaria cubana: el sexo. De una novela a otra los personajes caminan, viajan, visitan nuevos lugares, se meten en cines oscuros, recovecos en ruinas, playas, parques, se rozan en los ómnibus, abiertos a la imprevista oportunidad del sexo heterosexual, bisexual, sexo homosexual, sexo por interés, sexo para llenar el tiempo, sexo por rebelarse, sexo embruteciéndose para no sentir, sexo contra la moralidad oficial, y finalmente encontrar la redención y la comunicación del amor: un amor que desde afuera, sosteniendo el libro, como lectores sabemos que en ese mundo es imposible de lograrse plenamente, con el espíritu pisoteado y ya perdida la inocencia innecesaria en un mundo tan turbulento y corrompido.

La corriente naturalista, indigenista, el criollismo, etc., que a los influjos del nacionalismo corrió por las letras hispanoamericanas con obras como La Vorágine, Doña Bárbara, Huasipungo, y otras, que en Cuba tuvo sus voces más notables en las décimas del Cucalambé, aunque más afín a la negritud también en los poemas de Guillén, las novelas de Carlos Enríquez y Samuel Feijóo, los cuentos de Jorge Onelio Cardoso. No alcanza en la literatura de las dos orillas a un caudal inexplorado: el mundo del campo criollo y su ignorada y desvalorizada cultura, aunque Reinaldo Arenas en Celestino antes del alba se adentra en el paisaje del monte y repasa sus mitos y costumbres, no lo hace en realidad el propósito de la novela. Sin embargo en Sabalanamar -mi favorita-, el campo, el comportamiento de su gente, sus descripciones, lo convierten esta vez en un personaje protagónico, echando a un lado la influencia urbana que representa La Habana. También en El instante esto vuelve a repetirse, pero aquí la visión es menos poética, más directa y desgarrada, igualmente desmitificándose la imagen bucólica e inocente del campesino, que se arrebata con cuantos encuentros sexuales se le ofrece hasta con los animales; en las camas, el agua, tirado en la hierba, rodeado por el canto de los grillos, el vuelo de las aves, rozado por las hierbas, incitado por el olor vegetal del entorno, compartiendo un mundo donde fantasmas, animas, muertos, chichirikús, conviven a diario con los vivos. Pero ni siquiera en esta Arcadia a la que huye desesperado el personaje, puede encontrar la paz porque su encierro es existencial, y por lo tanto sus muros incluyen a toda la isla "rodeada de agua por todas partes". También aquí aunque se entregue al sexo, a la exuberancia que lo rodea, a comidas que en la ciudad no se consiguen, irrumpen los milicianos y otras manifestaciones de ese mundo inescapable.

José Abreu Felippe nos ha dejado la polivisión del mundo que vivió -y vive exiliado-, repetido insistentemente a través de toda su obra y todos los géneros que ha abordado. La voz del escritor viviendo tiene la autenticidad y la fuerza que no poseen los estudios académicos, ni el aproximamiento de los historiadores: donde más o menos la realidad se puede torcer para acomodarla a nuestras posiciones. Pero en la literatura hay una autenticidad que el lector sabe que no le están dando gato por liebre. Cuando leemos a Primo Levi y otros autores del Holocausto, a Pasternak y Solzhenitzyn testimoniando el stalinismo y sus secuelas, a los sufridos de la Guerra Sucia argentina, los que son las voces de los desaparecidos chilenos, Langston Huges y Maya Angelou lacerados por el racismo negro, y otras debacles contemporáneas, uno sabe que no hay publicidad, ni está pagado por la CIA, la KGB, la derecha o la izquierda, porque los detalles y la hondura de lo golpeado no proviene de sectarismos ni partidos políticos. Por eso el papel de la creación es necesario para testimoniar lo sentido por las victimas, indagar más allá de la publicidad, y aun poniendo a un lado nuestros criterios dudar si la Historia oficial es tan cierta como creemos y defendemos culpando a los que la cuentan de mentirosos o patrañas. Todas las voces se apagan siguiendo la ley universal de dejar nuestro puesto al siguiente: pero lo que nos salió de las entrañas quedará legitimizando el tiempo de nuestra existencia. Con El olvido y la calma José Abreu Felippe puede satisfecho, como esos viejos sacerdotes del budismo zen sentados en sus templos, contemplar las olas de rocas de sus jardines, escuchando las palabras del agua, descifrando la belleza de los bonsái, saliéndose de sí mismo para más allá de las pasiones encontrarse en paz con su obra, dejando este encomiable legado a una única cultura cubana -dividida artificialmente por ahora en dos orillas-. Y aun más allá de las geografías formando parte de la literatura testimonial de los siglos XX y XXI. Y eso bastará para fijar su nombre como un hombre valiente y un creador importante: que traten de ignorarlo. ¡Gracias!

 
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