CRÍTICA JUSTIFICACIÓN DE PABLO DE CUBA SORIA
Viernes, marzo 18 de 2011
Por Ignacio T. Granados Herrera

Se podría perder mucho tiempo narrando el discurso [obvio] de este poemario, pero quizás sea mejor abrir los ojos y asombrarse; porque asistimos a un momento espectacular, como la sustitución de la recurrente locura [¿G. Vega?] para acceder igual a la individualidad sin esa ya muletilla convencional. Pablo lo logra explotando su propia tartamudez como referente, no importa si con o sin complejos; pero se puede desconfiar de la insistencia habitual [Sí, Vega], no de esta frescura que lo renueva. Esto es posible porque es consecuente con una línea estética, que insiste en la imperfección; que fue lo que atrajo al autor de García Vega, al que vio agredido por el convencionalismo aparente del criticismo clasicista de Lezama Lima. Por eso que, naturalmente, él recurra a una condición -suya por demás- disminuyente; garante de la perspectiva única de [su] individualidad, por la que el paisaje es irrepetible y misterioso, umbrío. Decían los sumerios -y la cita no es segura- que la perfección era la muerte, Aristóteles afirmaba que la perfección es estática, y Pascal afirmaba que la naturaleza se satisface en el movimiento; la crisis por la que coinciden y se complementan los tres es ontológica y fue descrita por el Lezama Lima que ni es tan convencional como se piensa ni mucho menos es Orígenes [nota: 1]. Se disfruta ya ese verso final, cuando el poeta de tan viejo haya recorrido el Tao y deponga las armas abrumado por su propio esplendor; cosas de dios que gusta mostrar a los que lo aman en el hecho de estas anticipaciones en la figura del aedo, que sólo exige el acto de fe que es el tiempo.

En Pablo, en todo caso, se cumple la máxima secreta y letal de la poesía; para la que todo es forma, el mensajero es el mensaje, y la majestad del discurso reside en su patética irrelevancia. No por gusto, y aún si inestablecido, el arte es un residuo formal de otras prácticas [relego-sophae] a las que nació imbricado como recurso indispensable; de ahí esa gratuidad de su recreación pura, en la que no tiene que subordinarse a otro discurso que a sí misma. De ahí también, y pues, la eficacia de los de otra manera inexplicables giros en la poesía de Pablo; que con el juego en la colocación de los pronombres y las preposiciones, se permite edificar significados y alcances paralelos, haciendo el drama profundamente semántico, un abalorio [¿Hesse?]. Por supuesto, su sustento teórico abunda en los excesos, como es habitual en los desafueros revolucionarios; pero no se trata ya de una argumentación estética sino más exactamente de un resultado, que es su poemario. Por ello incluso algunos de esos suyos excesos teóricos llegan a la más tenue adecuación, y pierden beligerancia; cuando la rotunda generalización queda reducida a la sensibilidad peculiar de una [¿pluma?] tecla inteligente y aguda. No es, pues -y por ejemplo- que al "poeta contemporáneo no le quede más remedio que intelectualizarse -nunca le tiembla la voz-"; es que él es un intelectual puro, un producto absolutamente intelectual, y es en esa autenticidad férrea que accede al valor de un canon, universal.

Por suerte, de tan genuino existe y se regala más allá de toda comprensión; sabe -o nótasele- que no es que el arte no sea democrático, sino que eso es un privilegio exclusivo de los hombres libres. Epatar, sí, epata, en eso consiste la gracia y probablemente su mayor densidad intelectual; de ahí lo del amaneramiento [manierismo] y el vínculo con el gesto patético de los románticos. Es, al fin y al cabo una burla genial, igual a la altanería con que Nodier rechazó la gentileza convencional de Victor Hugo; un torrente de vitalidad [¿Elán?] que se niega al comercio barato de los gentiles, porque el precio dice la profundidad de la fe, y no la letánica hipocresía del credo.

Nota [1]: Aunque Lezama es el líder indiscutible del grupo Orígenes, y el grupo tiene una clara afinidad estética, Lezama Lima era el menos integral y el más ecléctico de todos ellos; era, además, el que poseía alcance filosófico y un pensamiento estético más desarrollado y definido. En este sentido, La singularidad de Lezama Lima resultaría menos beligerante a la vanguardia de lo que normalmente se asume por las reducciones academicistas; de hecho, es una figura paralela y cercana al Alfred Jarrys de la Patafísica -no al del Rey Ubus ni del Doctor Faustroll-; lo que puede verse en detalles como la Súmula nunca infusa de las excepciones morfológicas del personaje de Opiano Licario [cf:http://dirticity.blogspot.com/2010/12/summa?lezamicae.html]

 
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