LOS CUENTOS DE EVA
Por Ena Columbié, El Exégeta
Jueves, 23 de mayo de 2013

Generalmente los filósofos se enfrascan en tratar de descifrar al mundo y al hombre en sí, desde las teorías filosóficas y no desde su modus vivendi. Desde que el hombre tiene conciencia, habitualmente se le conoce mediante un período largo de observación y estudio; sin embargo, las Ciencias Sociales en los últimos años se han preocupado por investigar la narrativa como una forma de conocimiento ontológico del hombre y su vida social. La hipótesis que esgrimen plantea que por medio de los relatos personales pueden construirse las identidades, o sea, que la narrativa es un arma y un método del conocimiento humano.

Mirada desde un submarino blanco (Editorial Silueta, 2009) narra lo común de la vida desde la profundidad del ser y sus consecuencias. El perfil de una realidad transparente que la autora necesita recurriendo a los recuerdos como vehículo para recrear su imaginación. Los relatos son también un vaivén introspectivo, su viaje a la invención que se pierde entre la realidad y lo que pudo ser y/o lo que ella quiso que fuera. Son los rejuegos de la ficción.

Vergara establece un diálogo tácito con el lector, respondiendo a sus interrogantes a través de las historias, y aquel a su vez, pone en juego emocional su propia experiencia, coincidente en muchos puntos con el relato. Los cuentos de Eva marchan desde la sencillez a los temas universales y viceversa, y cuando se traslada al tema cubano como referente ineludible, se mueve como pez en el agua, con una comodidad absoluta, porque conoce todos los secretos de su isla.

La religión:
Un hombre que habla, que emite sonidos desconocidos, enormes figuras
humanas que se arrodillan, se levantan, se arrodillan, se levantan. Y ella como
psicópata los sigue sin explicarse qué extraña maldición los ha poseído.
Figuras engalanadas con sus mejores prendas, figuras que semejan demonios
de rostros excesivamente pintados que la miran con cierta misericordia. La
iglesia que da amparo a todos los hombres por igual […] La iglesia que está
conformada por seres adictos a las clases, la marquesa, la doctora, la esposa
de... Santuario, espacio que desprende un olor inconfundible que le asusta, en
el que no logra encontrarse.

(Fragmento de Monotonías)

La muerte…
El carro ambulancia, el hospital, un día de espera, una mañana amanecida en la
noticia de su muerte; no hay tiempo para pensar, hay que buscar ayuda, no
quería autopsia. La ayuda que tarda, que nunca llega a tiempo. La conformidad,
el consuelo de creernos que no sufrió. ¿Cómo morir sin sufrir?, ¿es posible? El
recuento, la ropa, el lamento. Ella, ausente; la funeraria, un ataúd, una imagen a
través del cristal. La certeza, el vacío que sigue [...] Que empeño en velar a los
muertos, una mascarada de rostros compitiendo por el mejor chiste.

(Fragmento de Limosnas y flores)

Los libros…
Los libros, los libros como escape a la realidad. Puerta abierta a todos, sin
preguntas, sin esperar respuestas. Libros que la transporten a otro mundo, otra
existencia. La fantasía siempre dominó en ellos. Alicia en el país de las
maravillas, Peter Pan, La familia Mumín, libros queridos de su infancia, amigos
de silencios, seres transmutados, alucinantes, que la reciben, que la invitan a
soñar, desplazarse de una lámina a otra sin intervalos para despertar.

(fragmento de Monotonías)

La mayoría de los cuentos muestran una parte de la sociedad cubana de mediados del siglo pasado, el ala más conservadora de la mediana y alta burguesía, que si bien ya no pertenecían a esa casta por posición económica (en el tiempo de la narración), se mantenía siéndolo por arraigo al abolengo. En Mirada desde un submarino blanco -un cuento redondo en el que nada sobra ni falta- dos chicas quieren correr por las calles descalzas, empinar papalotes, bañarse en el río y "mataperrear" como lo hacen los varones, sin la reprenda de la madre. Ellas quieren conquistar la libertad tan añorada en la adolescencia, pero a la vez, al personaje le molestan algunas de las actitudes propias de los jóvenes con quienes deberá frecuentar, El saludo de un beso en la mejilla, esta manía de besuquear que tienen los cubanos. Sobre el mismo tema tampoco deja bien parado al charlatán que pretende ser el macho alfa, Ese asunto del beso merece una apología, hay tantos tipos: aquel que le dio uno que estudiaba con ella, en la facultad, casi le arranca la mejilla, parecía una aspiradora. O aquel otro, en un cuarto de boca. Verdad que hay cada hombres, se explica que haya tantas putas o frígidas, una de dos, de un extremo al otro.

La crítica en el libro es lacerante, y se agradece que divulgue las atrocidades por la que sigue pasando un pueblo sumido en el deterioro y el abandono. Muchos escritores ya lo han hecho, se han pronunciado levantando su condena desde diferentes formas y puntos de vista; en Mirada desde un submarino blanco, cada palabra ha sido colocada en el lugar, y espacio en que la sensibilidad se hace más cruda, para que no podamos pasar de corrido.

Y encima de todo la carencia de pudor, nada de vergüenza, ¿necesitas ir? que te
vean todos, quién necesita de puertas, esas son blandenguerías, prejuicios
burgueses, nosotros somos todos iguales, así que no hay sorpresa en lo que tú
hagas que yo también lo haré. Todos somos iguales aún a la hora de defecar.
No privilegios, nada de cortinas en las duchas todos los cuerpos son iguales,
igualdad social, ésta comienza desde que somos un único cuerpo. No se
permiten aislamientos, individualidades, secretos. Todo al descubierto, tu
cuerpo y tus pensamientos, te tengo que leer.

(Fragmento de Mi "Cuba nostalgia")

Podría estar citando fragmentos tras fragmentos como muestra de exactitud explícita, pero gastaría el libro, porque le sobran ejemplos de calidad. Eva es sincera cuando escribe, es cuidadosa y seria, en la tarea de desdoblar sus dotes y talentos para armar una historia creíble y concisa. Ha sabido concretar en estas narraciones la esencia estricta del cuento, que como el jugador de fútbol, elabora los goles uno a la vez -adentrándose por diferentes zonas, utilizando distintos personajes y ángulos… Escribir cuentos es una labor para escritores con carácter, que no sienten pena por castrar sus propias imágenes en bien del todo, que cuando se enfrentan a cualquier idea o palabra que intente extraviar la trama, la eliminan con el fin de conseguir ese gol. Eva Vergara con el uso desprejuiciado de sus recuerdos, con un estilo pulcro y la destreza para encontrar y destruir los lugares comunes donde no se desarrolla el ingrediente narrativo, pertenece a este grupo.

El escritor estadounidense Raymond Clevie Carver Jr., adscrito al llamado realismo sucio, se refiere al cuento diciendo: Tiene que haber tensión, la sensación de que algo es inminente, de que ciertas cosas están inexorablemente en movimiento; de lo contrario, como muchas veces sucede, simplemente el cuento no resulta. Los cuentos de Eva, tienen la proporción y la vibración del movimiento, que trasladan al lector hacia la comprensión por caminos a veces muy áridos, pero convincentes.

 
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