'PAN CON TOMATES VERDES'
Por Armando de Armas, MartíNoticias
Viernes, 10 de septiembre de 2010

(Martí Noticias, 10/09/10) - Pedro Merino. Narrador y poeta. Graduado en Ciencias Bibliotecarias por la Universidad de La Habana en 1994. En 2003 obtuvo el Premio Juan March Cencillo de Novela Breve, en Palma de Mallorca, España, con la obra Quinta de la Caridad (Operación Fula).

Armando de Armas realizó la siguiente entrevista a Pedro Merino para MartíNoticias.

MN. ¿Cómo se relaciona su obra con el realismo sucio estadounidense de autores como Salinger o Bukowski?

PM. Son autores impresionantes. La técnica de narrar, de Bukowski, la empleo en mis narraciones cortas, sobretodo. En mi caso el realismo no es una relación, es una obligación. También no escribo sobre mí, sino sobre otros. Las malas palabras, la ambigüedad, el humor criollo o cubano, la picardía de mis personajes se enmarca en el realismo marginal. Quise y quisiera escribir sobre ciencia-ficción, pero el realismo, sucio o limpio, me sale espontáneamente. Tengo unos cuentos de fantasía o algo así como de ciencia-ficción. Sin embargo, esos personajes también son marginados irremediablemente.

MN. ¿No cree que algunos autores de intramuros han tomado el realismo sucio como una suerte de mercadeo de postal turística en que jineteras y proxenetas parecerían ser felices aquí, quiero decir, allí?

PM. Esa fue la opción de algunos autores de intramuros. En mi caso, no solo tengo personajes como jineteras y proxenetas. También exploro con los delincuentes, violadores, asesinos, jugadores clandestinos, políticos, delegados, intelectuales, obreros, criminalistas, religiosos, agentes encubiertos, etc.

Quise ser periodista, pero un examen vocacional (que aprobé según amigos míos con los cuales intercambié criterios) no me otorgó el pase a un pupitre de esa Facultad. De todas formas capté la situación y me conformé con escribir por cuenta propia o de forma independiente, temas sociales. Me gradué en la Facultad de Bibliotecología de la Universidad de La Habana en 1994, tuve acceso a mucha información, a documentos no publicados como tesis o trabajos de Diploma. Es por ello que escogí la temática policial o negra como muestra social. Aunque muchos críticos se refieren a ese género como una subliteratura, he intentado mejorarla con más profundidad. Mis personajes son ambiguos, o sea, positivo-negativos. Hay quienes me leen con ojeriza. Para un narrador es importante una actitud mínima para escribir, memoria, e imaginación.
El ensayo, Indagación del choteo, de Jorge Mañach, me ayudó a construir esos seres de papel con letras, el voltereanismo del carácter del cubano, el tuteo, el compadreo, etc, pero, sin mercadeo de postalitas turísticas de seres felices aquí (o allí). Al menos eso creo.

MN. ¿Por qué un título como Pan con tomates verdes?

PM. Porque en Cuba todos no pueden comer pan con tomates maduros, en sentido figurado, ¿entiendes?. Es el título de uno de los veinte cuentos del libro. También es una historia de una niña prostituta habanera que deambula por las calles, es una amiga social que se deja llevar por cualquier ventolera momentánea. Esa niña, apodada Masita, es uno de los personajes femeninos que he explorado con profundidad junto a las hermanas gemelas de mi novela, El caso Jimaguas, en una beca o escuela rural.

MN. Usted fue acreedor del Premio Juan March Cencillo de Novela Breve, en Palma de Mallorca, España. ¿Qué pasó con esa novela premiada, fue publicada?

PM. Sí, fue publicada.
Me enteré de ese premio gracias al ex Centro Cultural de España en La Habana, en enero de 2003, el cual fue cerrado por el Gobierno cubano pocos meses después. Enseguida comencé a buscar por Internet, con la ayuda de una amiga que trabajaba en el Palacio Central de Computación en La Habana, las bases de ese certamen literario. Seleccioné a Operación Fula como la novela que enviaría a Palma de Mallorca. Se ajustaba a las bases del concurso con una exactitud perfecta, total. Me cansé de pedir favores para enviarla con alguien que volara a España, pues los correos en Cuba son muy inseguros.

Hasta que decidí pagar unos diez pesos cubanos en la Oficina de Correos de Belascoaín y Carlos III, en el edificio de la Logia Masónica de Cuba. Para el certamen pedían tres (3) ejemplares, pero como tenía escasos recursos, solo envié una copia con tachaduras y correcciones a lápiz, imagínate lo demás. Estaba inconclusa. Mi objetivo era darme a conocer, obtener una beca de creación literaria y, en un futuro, publicarla.

La sorpresa me llegó tarde, pero oportuna. A principios de enero una española estuvo llamando constantemente a varios teléfonos de amistades mías. Una vecina me había dicho que en España querían publicarme un libro, que estuviera al tanto de la próxima llamada. No le hice caso hasta que una noche (era de madrugada en España) un español acababa de hacer una llamada donde preguntaba por mi nombre y apellidos: era el Director de la Fundación Bartolomé March. Finalmente supe la noticia que me sacó del anonimato; sin embargo, ningún periodista de la prensa oficial se acercó a mí. Solo la periodista cubana, Raquel Martori Oxamendi, que trabaja para la Agencia EFE me entrevistó en una oficina de Miramar, en Ciudad de La Habana.

MN. ¿Al convertirse usted en un exiliado se le cerraron puertas a la hora de publicar sus obras?

PM. Pensé que fuera de Cuba me iba a ser más fácil, pero, al parecer, el interés de las grandes editoriales es cuando vives en Cuba. Tener acceso a Internet, pasar a mejor vida, estar más informado, siempre me animaron. Sin embargo, la encrucijada es diferente. Los certámenes literarios estimulan la creación literaria, pero a veces no aceptan la participación por correo electrónico, entonces la impresión es costosa, pues piden hasta cinco (5) copias. El resumé es crucial, definitivo. Hay concursos para noveles, pero ya no lo soy. Por otra parte, hay cientos de escritores latinoamericanos, nuevos valores, que pugnan por publicar, y tienen calidad. Hay puertas abiertas y cerradas. Lo importante no es adivinar cuál de ellas se abrirán, sino revisar con ojos de lupa todo lo escrito, tener un detector de mierda, como decía Ernest Hemingway... y esperar.

MN. ¿Qué opinión le merece a usted la narrativa que se hace hoy en la isla y en el exilio?

PM. En la isla la mayoría escribe sobre el realismo, casi ninguno se inspira en la ciencia-ficción, hay pocos novelistas y, de ellos, muy pocos pueden darse a conocer. En el exilio se escribe con libertad, también temas como el desarraigo, la vida bilingüe, la relación geografía-historia-política se imponen. Hay más novelistas. Es lo que sobresale para mí.

MN. ¿Es la marginalidad un fenómeno que ha extrapolado sus marcos habituales allá en la isla?
PM. Evidentemente es un fenómeno, ya tú lo dijiste. Es difícil despojarse de ese flagelo también, empeorado por la división de una época: 1959. Ya antes existía, pero se ha convertido en enfermedad crónica que influye en la realidad y en los sueños.

MN. ¿Qué dificultades y ventajas presenta el escribir en Cuba?

PM. Las dificultades son impalpables, porque no hay recursos, acceso limitado a Internet y a la prensa extranjera. Y las ventajas sí las hay, aunque algunos no las vean: la tragicomedia cubana, lo que sucede dentro de Cuba repercute con más eco porque es el último bastión socialista; los cambios ambiguos; la sucesión política, etc.

MN. ¿Qué dificultades y ventajas presenta el escribir en el exilio?

PM. Las dificultades son mayores cuando emigras sin nombre, entonces sí tienes que revisar con ojos de lupa tus escritos, la calidad literaria tiene que estar por encima del nivel permisible. Las ventajas se ven cuando emigras con nombre, entonces todo tiene más ofertas, le haces más fácil el trabajo al editor en cuestiones promocionales.

 
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