Noche de la presentación del libro Los días de la pérdida y
La soberanía del deseo
 
 
Miami, noviembre 7 de 2013

Palabras de Rodolfo Martínez Sotomayor

Tener la certeza mística de que todo fue concebido de antemano, tal vez sea una demencia y no precisamente senil, pero provoca un juego en mi memoria, que disfruto con cada entrega de la Editorial Silueta. Hago entonces la retórica pregunta, ¿cuándo comenzó a concebirse el libro que presentamos, y en este caso cuándo fue la primera vez que leí un poema de Juan Carlos Valls? Me gusta hacer una pregunta recurrente cuando las respuestas resultan disímiles.

Me traslado al pasado, a un blog llamado La primera palabra del poeta desaparecido Heriberto Hernández Medina y allí leí de Valls, su poema Hacia la media noche; me gustaron ciertos versos que hablaban de ese viaje nocturno y decía: a media noche / cualquier conversación puede ser confundida / con un deslave. / con la ceniza enlodando la rosa. pero el poeta sobrevive a los desastres inútiles / trabaja sobre la piedra / que un día llamarán casa de otro / y escribe sus letanías con la hormigueante paciencia / que le ha ganado túneles / en un tiempo donde las escaleras / son un pasillo hacia los arquetipos de la dicha es un indicio.

Tiempo después, asistimos Eva y yo a un recital de su poesía. Pude descubrir, que además de cualidades como poeta, tenía también una ética peculiar. Él hacía alusión, con respeto, a otros autores que estaban en las antípodas de su estética como Rolando Jorge y José Kozer. Ya sabemos que "Honrar honra", y así, Juan Carlos Valls aceptó presentar a poetas de otras tendencias publicados en un volumen de la Editorial. La diversidad es un rasgo distintivo de la libertad. La creación poética no es ajena a este dogma. Tratar de interpretar, de abrir el entendimiento a una propuesta, es un hecho más complejo que juzgar, porque al juzgar partimos de un canon personal preestablecido. Juan Carlos Valls trataba de comprender la poesía ajena, de valorarla y ese gesto hacía confiable su juicio y ganó así nuestra admiración como artista y poeta a la vez. Por todo esto, nos alegramos cuando ofreció su confianza para la publicación de dos de sus cuadernos de poesía: Los días de la pérdida y La soberanía del deseo. El título que hoy presentamos de la Editorial Silueta (2013) recoge estos dos libros. Y suscribo las palabras de la escritora Ena Columbié en El Nuevo Herald, cuando avalando su importancia dijo: "La idea de que se publiquen ambos, que quedaron varados en la polvareda cubana, creo que es magnífica, no sólo por lo que representa para el investigador a la hora de armar una obra hurgando en la mejor visión del transcurrir poético; sino también porque permite mostrar las voces que se erguían dentro de las entrañas del monstruo en aquellos tiempos y que apenas se conocen".

Y recordando ese plan universal del que hablaba al inicio, he de concluir que todo está concatenado para el bien, por más que a veces nos empeñemos en pensar lo contrario. Cada puente que una lazos y no separe, es un camino al mejoramiento humano, la literatura, la poesía llega a lo más hondo de nuestra sensibilidad y es una guía segura para esa ruta.

Voy a asumir el peligro que conlleva la afirmación de que la buena poesía y la divinidad tienen un vínculo armónico muy fuerte. Hay en el acto poético un impulso similar a la pasión religiosa. En ese instante de concebir y entrelazar versos, hay un misterio, una búsqueda que concluye en la revelación final en la apoteosis de un poema.

Hemos de percibir al poeta entonces, como un mediador entre la divinidad y los hombres, al llegar a este punto, sé que alguna mente y con razón, deberá estar pensando que comienzo a tomar un tono apologético, que la exaltación justificada de incluir dos excelentes libros de poesía y a su autor por supuesto, Juan Carlos Valls, en la colección de Silueta, puede ser la causa de un discurso edulcorado. NO quiero sentirme culpable y he de traspasar esa responsabilidad al escritor Joaquín Badajoz, seguro que la asumirá con agrado.

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